Luego, una mañana voy a dejar a mi hija al colegio y un taxista que no respetó un cruce me choca, teniendo él luz roja.
En otra ocasión (y en la única que ha sido mi responsabilidad) sufro un desperfecto en los frenos al llegar a un semáforo, delante mío había 2 vehículos y decido conducir mi coche hacia un árbol en forma tangencial para detener mi marcha, la cual era lenta afortunadamente.
Una tarde de invierno, a raíz de un accidente menor de un motociclista, había un desvío de tránsito en un cruce; un Carabinero me indica seguir, mientras al mismo tiempo en la calle perpendicular un Teniente le da la misma orden a otro conductor, el golpe fue inevitable, el teniente ruborizado nos preguntó si teníamos seguros, recuperó sus colores ante nuestra respuesta afirmativa.
En una oportunidad un bus se cambia de pista y calcula mal, pasándome a llevar todo un costado de punta a punta. Fue engorroso el asunto con el seguro de locomoción colectiva, pero al final, todo bien.
Y, por último, una mañana en que me dirigía a trabajar, a unas 10 cuadras de mi casa, me impacta una joven veinteañera que no respetó un ceda el paso. Casualmente resultó ser la hija de un amigo desde mi infancia.
Cada evento tuvo su historia y final feliz. Pero hay una que recuerdo con simpatía.
Aquél taxista que me chocó, reconoció en buenos términos su culpa, y acordamos un monto por los daños de reparación que iba a necesitar mi vehículo. Ofreció pagarme en 2 cuotas a partir de la semana venidera. Yo le creí. Así fue como unos días después pasó a mi consulta a dejar el dinero. De la conversación se desprendió que yo era pediatra. Me contó algunos padecimientos de su hijo, a quien invité, para que en “el segundo pago” me lo llevara y poder examinarlo, En efecto, acudió con él en esa segunda oportunidad. Yo le había dicho que no cancelara la consulta, harto gasto había tenido ya con el choque. Fue así como me hizo su pediatra y por largo tiempo acudió en forma regular con su pequeño.
La vida enseña a golpes…
Si (
No(
