Han sido unos días mágicos donde hemos podido presenciar numerosos filmes, uno de ellos premiado en Hollywood en el año 2012: “Peter and Wolf”. Un trabajo de animación bellísimo por su calidad artística pero también por el mensaje que Zbigniew Zmudzki, su director, polaco, quiso transmitir, y que a muchos nos hizo reflexionar. También hemos disfrutado con los filmes del ganador absoluto del ucraniano Kirill Neiezhmakov, que ha presentado unos trabajos complejísimos y arriesgados mostrándonos ciudades remotas, pero siempre desde su óptica personal para la que utiliza una especie de baile o movimiento con la cámara que hace de sus trabajos algo muy especial y que se identifica con facilidad por su originalidad. Debido a la guerra de Ucrania, el joven Kirill se ha instalado en Portugal con su joven esposa y su hija de siete años.
Fueron mucho los trabajos premiados y como miembro del jurado, he de decir, que he tenido que visualizar cada uno de los filmes presentados a concurso lo que conlleva gran dificultad para saber elegir cual es el mejor, dado que tanto temática como calidad se superan cada año y hay que aprender a seleccionar. Naturalmente, creo que juega un papel muy importante la visión y personalidad que cada cual tenga. A alguien que guste de la naturaleza le llamarán la atención los filmes donde la vida salvaje se muestra descarnada; como también cuando nos detenemos en lugares muy lejanos, casi inexpugnables donde nos muestran a unos habitantes que viven como hace miles de años sin que nada les haya hecho cambiar. Esos filmes son muy valorados por su autenticidad, por su aspecto antropológico y por el valor del autor que le ha llevado hasta allí. Desde mi punto de vista, la persona que ejerce como miembro de jurado ha de tener en cuenta muchos factores cuando se enfrente a la puntuación. Un trabajo arduo pero apasionante.
Sin embargo, por fortuna, los resultados suelen coincidir a la hora de calificar pese a que cada miembro del jurado procede de países distintos y apenas se comunican durante el año. Por eso Finisterra/Arrábida film art & Tourism Festival resulta tan atractivo.
Desde que llegué a Sesimbra por primera vez, hace 11 años, uno antes de que se consolidara el festival, invitada por mi amigo Carlos Sargedas, no he faltado a la cita, exceptuando el tiempo de pandemia. Ello me lleva a felicitar a su director por su excelente trabajo que le ha hecho ganador de numerosos premios, incluso también obtuvo el óscar en Hollywood por el documental sobre el Cabo Espichel y porque ha llevado a Sesimbra por todo el mundo.
Al margen de las jornadas maratonianas donde hay que visualizar casi todos los filmes, los participantes también tienen la fortuna de recorrer lugares tan mágicos como el Cabo Espichel que, aunque sea visita obligada cada año, siempre se encuentra una nueva emoción mientras se contempla el abrupto paisaje que lo rodea, mar abierto y siniestros acantilados. Pasear por ese lugar la imaginación nos lleva a épocas muy remotas cuando los dinosaurios se enseñoreaban por el territorio. En algunas costas próximas, hace algunos años, pudimos practicar parapente para sentir la emoción que se experimenta con esa experiencia.
Muy interesante, también, la visita al Museo Palacio de la Bodega Bacalhoôa, situada en la Quinta da Bassaqueira, en Azeitao, Setubal. Allí siempre se sorprende el visitante, no sólo por la calidad de sus vinos, sino por el arte que emana en cada rincón. La visita combina vino, naturaleza y arte. En ocasiones, también se puede visitar el Palacio donde se descubre un paisaje privilegiado con un entorno histórico que comenzó con los fundadores de la dinastía Avis.
La decoración de este palacio ha sido influida a lo largo de siglos por sus diferentes propietarios inspirados en los viajes que realizaron por Europa o África.
El mar, siempre el mar. Inevitable el paseo por las costas de Sesimbra para disfrutar de sus acantilados y de las grutas que lo conforman. En esta ocasión tuvimos la oportunidad, mientras navegábamos, de ir acompañados por numerosos delfines que saltaban y se sumergían en las profundas aguas para disfrute de nuestra vista.
Así fueron transcurriendo unas jornadas apasionantes para volver a encontrarnos con los amigos de siempre, para volver a abrazar a algunos que hacía tiempo que no veíamos como a Irene Gianakopoulos, artífice del festival de Amorgós, una isla griega bellísima. No quiero dejar de citar a Conrad Harvey, enamorado de Portugal y que también ha cambiado su tierra, EE.UU, por el país luso. Conrad es un artista, cantautor, que nos amenizó con sus canciones acompañado del piano. También Nuno Reis, músico portugués, deleitó al público con sus canciones. Sería imposible citar aquí a tantos amigos, pero a todos ellos llevo en el corazón.
Sesimbra, siempre en el corazón.
(Concha Pelayo)
Si (
No(
