Del caso Cifuentes y ese máster fraudulento que destapó elDiario.es muchos políticos aprendieron una lección: cuando estalla una crisis realmente grave, refúgiate en la trinchera que mejor puedas defender, aunque cedas mucho terreno. Mejor eso que cambiar ocho veces de refugio y de versión. Y es lo que ha hecho este jueves Díaz Ayuso. En una jugada sin duda diseñada con anterioridad.
Fue una voladura controlada de un escándalo de presunta corrupción que, más tarde o más temprano, la presidenta de Madrid sabía que iba a explotar. El de los negocios de su hermanísimo, Tomás Díaz Ayuso. Y, en concreto, la pasta que supuestamente se llevó por ese contrato a dedo para comprar mascarillas por valor de 1,5 millones de euros, que la Comunidad de Madrid adjudicó a un empresario amigo, del mismo pueblo. Esta investigación exclusiva que publicó en noviembre elDiario.es. Y cuyas consecuencias solo acaban de empezar.
Escondida en el discurso de Ayuso –sin preguntas de la prensa– está la clave de esta operación. Que tiene poco que ver con sus acusaciones contra Pablo Casado, sus críticas a Teodoro García Egea o ese disfraz de víctima de una conspiración. No todos los días un partido estalla así y se parte en dos. Pero lo importante no fue solo esa guerra, de consecuencias profundas, aunque hoy difíciles de pronosticar. Eso fue el incendio necesario para esconder la noticia que realmente podría acabar con Díaz Ayuso, la noticia que quería blanquear.
Lo relevante de verdad fue lo que, delante de toda la prensa, a micrófono abierto, la presidenta de Madrid reconoció. Son estas dos frases, que en el futuro tendrán más importancia de lo que parece hoy:
Isabel Díaz Ayuso: "Pregunté a mi hermano, quien me confirmó que había mantenido relaciones comerciales con esa empresa y que todo era completamente legal. Que todo está regulado ante Hacienda y declarado".
Por explicarlo, que es intencionadamente ambivalente y confuso: Ayuso admitió públicamente que su hermano cobró de esa empresa que se llevó 1,5 millones a dedo de la administración regional. Una empresa de un amigo de ambos hermanos, a los que los dos conocen desde la infancia. Una empresa que nunca antes había contratado con la administración, que nunca antes había trabajado en el sector sanitario y a la que no se le conocen más nexos con el Gobierno de Madrid que los hermanos Ayuso.
Un dato –que Tomás Díaz Ayuso cobró de esta empresa– que, por cierto, la Comunidad de Madrid nos negó cuando preguntamos por el contrato desde elDiario.es el pasado noviembre.
No todos los días una presidenta autonómica admite ante las cámaras que su hermano cobra de las empresas que se llevan a dedo contratos millonarios de la administración. Pero hoy casi todos hablan de la guerra interna. Es la magia de MAR.
Cobrar comisiones de contratos públicos adjudicados sin concurso por el Gobierno que preside tu hermana es algo más que un problema ético o moral. Es un indicio claro de corrupción. Por mucho que Ayuso insista en que su hermano "trabaja como comercial en el sector sanitario", todo esto dista mucho de ser un trabajo normal.
Este empresario amigo de los Ayuso ¿a cambio de qué pagó? ¿Qué tipo de servicios comerciales pudo ofrecer Tomás Díaz Ayuso durante el confinamiento –recordemos, fue en abril de 2020– como para merecer una comisión así?
También es llamativa esta otra frase de la explicación: "Que todo está regulado ante Hacienda y declarado". De nuevo es intencionadamente ambigua, y probablemente en el futuro conoceremos el detalle concreto que hoy se intenta blanquear. ¿Acaso se refiere a que su hermano regularizó esos pagos ante Hacienda a posteriori? ¿Al puro estilo Juan Carlos de Borbón?
Cuando descubramos la verdad, Ayuso responderá que no es nada nuevo, que ella misma lo contó.
Les insisto: esta historia solo acaba de empezar. Porque tanto el PSOE como Más Madrid han anunciado sendas denuncias ante la Fiscalía, y la Justicia lo tendrá que investigar. Las transferencias bancarias dejan huella, también ante Hacienda. Si hay comisiones, se conocerán.
Los indicios de corrupción son sólidos, y no solo por lo que denuncia la oposición. Es el propio Partido Popular quien también los señala. Es el propio secretario general del PP, Teodoro García Egea, quien este jueves habló de un "supuesto cobro de comisiones relativas a un contrato sanitario de la Comunidad de Madrid en beneficio del entorno de Isabel Díaz Ayuso". Es el propio Pablo Casado quien cifra esa comisión en 286.000 euros. Y es mucho dinero para un honrado trabajador comercial teletrabajando desde casa.
Esta nueva guerra en el PP no es comparable, ni siquiera, a la que se vivió entre Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy. Porque en aquella época el presidente del PP era más fuerte de lo que lo es Pablo Casado hoy. Entonces tampoco existía Vox.
Sí resulta llamativo ver a la imputada por corrupción Esperanza Aguirre pedir la dimisión de Teodoro García Egea por esos contactos entre un asesor del Ayuntamiento de Madrid y una empresa de detectives; un "espionaje" que sirve para llenar el debate público, pero que nunca se llegó a producir, que se quedó en un intento que no se realizó. Que la madrina de la gestapillo pida dimisiones por esto es de una hipocresía difícil de superar.
Más tarde o más temprano, todos los detalles de esta historia se conocerán. Aunque mientras tanto el Partido Popular afrontará la mayor crisis en décadas: un cisma que deja pequeño cualquiera de los muchos enfrentamientos internos que se han vivido antes en esta formación.
Es el precio de la huida hacia adelante de una dirigente irresponsable, que ya demostró antes –con su gestión de la pandemia– su catadura moral. Madrid es la región de Europa con más muertos por COVID, pero era más importante lanzar una carrera política y un liderazgo nacional con el mensaje populista de la libertad.
Al lado de eso, incendiar tu partido para tapar las comisiones de tu hermano es un pecado venial.
Ignacio Escolar
fuente: elDiario.es