Es verdad que la distancia corporal de seguridad es necesaria para evitar la infección por este virus maligno, pero eso no significa que no podamos experimentar internamente la cercanía o presencia de los demás. Parece que se toma más conciencia de que somos seres sociales.
La libertad de expresión y de crítica está amparada y protegida por las leyes como es lógico, pero partiendo de la confianza en la capacidad de opinar de todos. Como escribe Zizek «El principal argumento contra la idea de que el Estado tiene que controlar los rumores para evitar el pánico es que este mismo control propaga la desconfianza y crea aún más teorías conspiratorias».
Ciertamente, se observa un cambio social y civilizatorio considerable y parece que se está creando un nuevo paradigma económico que puede llegar a superar las coordenadas clásicas del mercado. El número de contagios ha aumentado mucho en España, porque una parte de las personas no han cumplido las normas de protección repetidas hasta la saciedad en los medios de comunicación.
Con la interconexión de las personas a nivel mundial y nacional no es de extrañar que los casos aumenten de modo desproporcionado en diversas partes del planeta. El mundo ha tenido mala suerte y sufre la contingencia del covid-19. Podía no haber sucedido.
Zizek pone en cuestión los fundamentos del neoliberalismo económico capitalista y dice que «lo importante es reflexionar sobre el triste hecho de que necesitamos una catástrofe para ser capaces de repensar las mismísimas características de la sociedad en la que vivimos».
Parece que la realidad virtual es el único espacio seguro del todo en relación con nuestra salud o vida. La solidaridad en el ámbito presencial se traduce en la distancia de seguridad y el uso de mascarilla. No es aceptable el control digital, algo que sucede en China, porque es una invasión de la intimidad personal.
En este sentido, los países occidentales con la protección de datos y con el derecho a la privacidad están en la buena línea de los derechos humanos. Porque la libertad individual o los derechos individuales son innegociables. Un simple virus ha cambiado el mundo de la noche a la mañana. Es una lección que ya hemos aprendido. Somos seres contingentes y sujetos al azar y a la casualidad. Y el planeta también, en cierto sentido, es frágil ya que puede sucumbir. Dentro de unos cinco mil millones de años quedará destruido por el Sol.
Por eso hace falta una solidaridad universal, si no queremos vivir escenarios de pesadilla. A nivel político Zizek está convencido de que es necesaria una especie de comunismo o socialismo que sirva de base a una real justicia social global.
El caso de Estados Unidos con casi 200.000 muertos por coronavirus da una idea de la magnitud de la tragedia humana que está padeciendo por la falta de medidas de protección obligatorias para todo el país. Y el responsable no hace falta citarlo, porque está en la mente de todos.
Las medidas de control y regulación de la gente para evitar los contagios no son arbitrarias y tienen sus límites y son útiles para salvar vidas. Si no se les da importancia el derecho a la vida desaparece y da igual todo.
Desde la perspectiva de Slavoj Zizek «La trampa es que aun cuando la vida acabe regresando a cierta normalidad, no será la misma que la que teníamos antes de la epidemia». Sobre esto tengo mis dudas. Lo que es indudable, a mi juicio, es que tenemos que repensar sobre nuestra orientación vital con todo lo que esto supone.
No se sabe lo que va a durar esta pandemia aunque se piensa que puede ser un par de años. En todo caso, lo que es evidente es que la vida de cada persona tenga la edad que tenga debe ser cuidada al máximo. Es entendible que Zizek insista en la asistencia incondicional, sin reparar en gastos. Todos tenemos derecho a vivir. No todo vale en este nuevo estado de cosas causado por la pandemia.
Estamos empezando a vivir en un mundo viral, por desgracia. De todos modos, es esencial organizar la vida cotidiana de una manera estable y dotar de significado a lo que se realiza.