He viajado por buena parte del mundo e hijo de familia acomodada, dicen por ahí que soy un vago aunque he trabajado 42 años en la Administración del Estado y escrito en mis ratos libres una treintena de libros entre narrativa y obras de teatro. Hice series para Televisión Española, de los textos de premios nobel y de los grandes autores del siglo XX, he escrito cientos o miles de artículos en la prensa nacional, pero si me preguntaran realmente en que he empleado más tiempo queridos lectores, es en pensar. Sí, he tenido mucho tiempo libre para pensar paseando solo por los aromáticos pinares del Guadarrama, o por las playas del Mediterráneo, o las carreteras acharoladas, húmedas y ondulantes del país vasco; sin contar con los encierros casi obligados de aviones, autocares y buques donde te da por pensar, he dedicado muchísimo tiempo a ello. Creo que es en eso en lo que puedo ganarles, sin duda. Aunque decían entonces que eso no valía para nada.
Y bien como no puedo leer porque me produce generalmente tedio, rechazo y vómito, me dedico a seguir escribiendo o a aburrirme o desesperarme de todo el tiempo que me cae encima.
Por eso es importante y curioso comentarles que ha caído en mis manos un libro, un librito de tan solo 93 paginas de texto que deberían de leer y que a mí me ha encantado, es más, me ha recordado la muy lejana pero no olvidada juventud perdida, cuando virgen aún leía con voracidad libros a la razón de ocho horas diarias durante ocho años seguidos.
Se trata de un librito que mi mujer, inquieta, sensible y que me sobrelleva, me regaló con ocasión de los Reyes Magos.
El libro en cuestión es de un periodista italiano nacido en Bolonia en 1960 llamado Gabriele Romagnoli, actualmente es director deportivo de la televisión Ray Sport. Es colaborador del diario “La Repubblica” y dirigió la revista GQ.
Se trata de un manifiesto para que “perdamos el miedo a perder” que como verán es uno de los temas decisivos no solo del mundo actual sino del de siempre.
Es un manual para aprender a viajar bien pero no solo por esos caminos terrestres, marinos o pasillos aéreos, sino por la vida.
Sus páginas rebosan historias, anécdotas, cadáveres y maletas, amigos de infancia, psicólogos libaneses, encuentros e ironía.
Romagnoli aprendió o pensó buena parte de lo que cuenta en su libro encerrado en un ataúd en Corea del Sur, al simular su propio funeral.
No quiero contarles más, solo decirles que su autor es un chico indudablemente inteligente que tras localizar temas profundos, oscuros y fastidiados de nuestras vidas, les da solución con una cirugía y una medicina hoy en día alcanzable solo por muy pocos privilegiados. El autor de “Viajar ligero” es sin duda uno de ellos.
Solo apostillar que ha logrado de forma brillante y apasionante sacarme del amuermamiento y aburrimiento que me produce buena parte de cuanto me rodea y que muy posiblemente haya sido uno de mis defectos de toda la vida.
(*) Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.
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