Dos goles de Álvaro Morata y su participación clave en un tercero que acabó con tanto de Mantovani en propia puerta, ejecutaron el plan de rotaciones de Zinedine Zidane llevado a su máxima esencia, con nueve cambios en su once ante un Leganés que siempre buscó la gloria.
La presión por perder momentáneamente el liderato. Sentir la Liga en juego. Nada frenó la revolución de Zidane en Butarque. Era la hora de demostrar que su mensaje es cierto y todos sus jugadores son importantes. De golpe, sin medias tintas, con una fe ciega en su plantilla como para quitar del once de golpe a Cristiano Ronaldo, Gareth Bale o Toni Kroos. Era un partido para la segunda línea.
El riesgo que corrió Zidane en un golpe de mano de entrenador era altísimo. Un buen resultado reafirma su autoridad en el vestuario, el predicamento en una plantilla repleta de estrellas que aceptan las rotaciones. Pero todo lo que no fuese ganar se habría convertido en una crítica furibunda, con duelos ante el Atlético de Madrid y Barcelona a la vuelta de la esquina.
El Leganés representaba el sueño hecho realidad de un modesto que da sus primeros pasos por la elite del fútbol español. La ilusión de una localidad que llenó Butarque se transmitió a unos jugadores que nunca dejaron de luchar. Asier Garitano apostó por defensa de cinco ante la revolución de Zidane. El Real Madrid era una moneda al aire con un once inédito. Imprevisible.
La diferencia de potencial entre los dos clubes había quedado demostrada en un abrir y cerrar de ojos. En un espacio de ocho minutos el Real Madrid marcaría tres goles. Hasta Danilo se animó en ataque y su disparo lo repelió el poste antes de un saque de esquina que acabó en cabezazo de Morata en el segundo palo en globo a la red.
Sin la BBC aprovechó su oportunidad para responder con goles Morata, que firmaba su doblete con un bonito derechazo a pase de Kovacic. Se gustaba el Real Madrid sin encontrar oposición en el rival, con jugadores con hambre de éxito y de minutos, pero la amplia ventaja en el marcador conllevaba un alto riesgo de relajación por la cantidad de partidos claves que llegan en abril.
Sintió el trabajo hecho y ese es el mayor peligro del fútbol actual. El Leganés, con corazón, puso el partido en un puño. La tuvo primero Tito pero fue Gabriel el que aprovechó una acción de Rico. Fueron dos minutos de locura en una afición que nunca paró de animar. Veía como Lucas Vázquez perdonaba una acción clara cuando picó el balón al ver adelantado a Herrerín y como tras pedir penalti de Danilo, Luciano celebraba su vuelta a la titularidad, no lo hacía desde la jornada 14, aprovechando un balón muerto tras un córner y el despiste de Nacho rompiendo el fuera de juego.
La cara de Keylor Navas era un poema. Incapaz de frenar la sangría de goles que recibe. Sin poder hacer nada en ninguno de los dos tantos que sacaban de nuevo del lugar plácido donde se había instalado el Real Madrid. Herrerín salvó con una buena mano a Lucas Vázquez el cuarto y Danilo perdonó un rápido contragolpe, con Morata solo para marcar. Mientras, el portero madridista cerraba el primer acto con su única intervención del partido a un disparo seco pero centrado de Bustinza.
El Leganés sintió poder tutear al Real Madrid y pasó a defensa de cuatro en la reanudación. Su valentía tuvo rápido castigo. Otra vez a balón parado, Otra vez Morata de cabeza, esta vez ayudado por Mantovani en la acción de su triplete.
Era el punto y final a un derbi madrileño con el encanto del modesto que no cesó en su lucha. Buscó siempre goles, exigió a la defensa del Real Madrid sin llegar a generar grandes ocasiones de gol. Szymanowski, marchándose en velocidad de Marcelo y Ramos pero golpeando a pie cambiado sin encontrar la rosca, dispuso de la más clara. El líder pudo hacer más daño a la contra, pero ya había respondido a la obligación de ganar con Zidane ejecutando su plan.