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Museo Nacional de Antropología. Salas de exposiciones temporales

TIGUA: arte desde el centro del mundo

Del 1º de octubre de 2015 al 17 de enero de 2016.(Prorrogada hasta el 21 de febrero)

miércoles 10 de febrero de 2016, 19:33h
(Foto: Juan Ignacio Vera)
(Foto: Juan Ignacio Vera)

Remitido por Alexandra Alvarado – Miembro de FEPET

10FEB-16.- El arte de Tigua surge en la década de 1970, en las comunidades kichwa de la región de Tigua, en la provincia ecuatoriana de Cotopaxi, muy cerca de la línea del ecuador y en una de las regiones habitadas más elevadas del mundo.

(Foto: Juan Ignacio Vera)
(Foto: Juan Ignacio Vera)
(Foto: Juan Ignacio Vera)
(Foto: Juan Ignacio Vera)

Olga Fisch, coleccionista y marchante húngara, al admirar las pinturas que decoraban los tambores empleados por estas comunidades en la fiesta del Corpus Christi, propone a los futuros pintores emplear los mismos motivos en un nuevo formato: la pintura de caballete. El material utilizado seguía siendo el mismo, ya que la piel de borrego de los tambores se empleó como soporte en los cuadros. Los precursores fueron los hermanos Alberto y Julio Toaquiza, su familia ha sido la más influyente en el desarrollo de esta forma de expresión artística. Alfredo Toaquiza, uno de los hijos de Julio, es hoy día el pintor más reconocido.

Los temas representados con mayor frecuencia son las fiestas religiosas, las actividades cotidianas tradicionales y el ciclo vital, pero también encontramos temáticas más reivindicativas, como los levantamientos indígenas. En definitiva, son obras en las que aparecen reflejadas la cultura y cosmovisión kichwas, y su tradicional modo de vida

Por eso, por su enorme interés artístico y antropológico, el Museo Nacional de Antropología y la Embajada de Ecuador en España han creído que era necesario darlas a conocer por fin al público español y han trabajado conjuntamente, con la ayuda y el entusiasmo de otros colaboradores, para presentar esta primera exposición en España del Arte de Tigua.

Constituye además un capítulo especial dentro del programa del museo dedicado a la Fiesta de las Culturas Andinas y del programa El museo como centro de referencia intercultural del plan Museos + Sociales de la Secretaría de Estado de Cultura, como muestra de la riqueza y el enorme vale raíces culturales de una de las comunidades de migrantes más numerosas de las asentadas en las últimas décadas en España.

Volcanes y vibrantes colores

Son características del arte Tigua las escenas corales, con multitud de personajes inmersos en el paisaje andino de la provincia de Cotopaxi, así como el empleo de colores intensos y brillantes. Al principio, utilizaron como pintura las mismas anilinas que empleaban en el teñido de la lana, pero pronto comenzaron a utilizar esmaltes y pintura acrílica. Algunos artistas, como Alfredo Toaquiza, también emplean óleo en sus obras.

Los personajes llevan la indumentaria tradicional, destacando los ponchos rojos de los hombres y los chales fucsias de las mujeres. Aunque la mayoría de los hombres ahora visten con ropas de estilo occidental y el sombrero blanco ha sido sustituido por uno de fieltro de color oscuro.

El volcán que da nombre a la provincia es un elemento omnipresente en todas las obras, pero también aparecen otros hitos espaciales como la laguna que se encuentra en el cráter del volcán Quilotoa, el volcán Tungurahua o el cerro de Amina. En el paisaje también se vislumbran los cultivos de cebada, papas y habas en las empinadas laderas, llamas y ovejas pastando, así como las viviendas tradicionales con paredes de adobe y techo de paja. Estos elementos contrastan con los azules cielos cruzados por nubes y llenos de aves.

Normalmente encontramos tres niveles en las pinturas, en primer plano se sitúa la escena principal, hay un nivel medio con casas, campos cultivados y caminos, y un nivel superior con el páramo, las montañas y el cielo.

Cebada, papas, ovejas y llamas

Las actividades cotidianas tradicionales -agrícolas, ganaderas, artesanales y comerciales- ocupan un lugar importante en la pintura de Tigua, ya sea como tema principal o como complemento de otras escenas.

La mayoría de la gente de la zona se dedica a la agricultura y la ganadería de subsistencia, vendiendo en el mercado el exiguo excedente. Todos los miembros de la familia, incluidos los niños, ayudan en las tareas del campo. Se cultivan variedades de papa, habas, cebollas, quinua, altramuces, cebada. La cosecha suele hacerse mediante la minga, sistema tradicional de solidaridad en el cual familiares y amigos' ofrecen su trabajo para ayudar a alguien a construir un vivienda o en las tareas agrícolas. También crían ovejas y cuyes -conejillos de Indias.

La composición de los paisajes es fiel reflejo de la organización productiva de la comarca En las zonas más bajas, entre 3.400 y 3.800 metros sobre el nivel del mar, se encuentran las viviendas y los cultivos; y, más arriba, en 3.800 y 4.200 metros, el páramo o ujsha sacha, a donde se llevan a pastar los rebaños a primera hora de la mañana y se recoge la hierba que sirve como combustible.

La erosión del suelo y los bajos precios de los productos agrícolas hacen que muchos hombres jóvenes emigren a ciudades cercanas para conseguir un trabajo remunerado regresando a casa los fines de semana. Todo el peso de las tareas domésticas, agrícolas y ganaderas recae entonces en las mujeres. La pintura ha supuesto una fuente de ingresos alternativa a los trabajos asalariados poco cualificados en las ciudades.

Montañas, cóndores y chamanes

La religión kichwa funde creencias prehispánicas y católicas. Algunos aspectos religiosos aparecen en las pinturas, como el culto a la Pachamama -la Madre Tierra- o a las montañas -urku- y otros elementos de la naturaleza. Las montañas controlan la lluvia y, por tanto, la fertilidad de los campos y la prosperidad de las gentes. El cerro de Amina, que aparece en muchos de los cuadros, es sagrado para los habitantes de la zona En los periodos de sequía, especialmente entre junio y octubre, realizan una ceremonia en la cima para pedir la esperada lluvia. Las montañas aparecen pintadas con rostros humanos en algunas obras, expresando así la cosmovisión kichwa, en la que son seres vivos.

El cóndor -kuntur- es un ave muy importante en el imaginario andino, hace de intermediario entre las personas, los ancestros y la Pachamama. Los pintores lo representan a menudo en la parte superior de las pinturas, evocando la leyenda del cóndor enamorado. En ella, el cóndor se disfraza de un apuesto joven y seduce a una mujer a la que se lleva volando a su hogar en el volcán Quilotoa. También se inspiran en otras leyendas en las que los supay -demonios- son los protagonistas.

Algunas de las enfermedades tienen un origen sobrenatural para tratarlas la figura del chamán o yachac -el que sabe- es fundamental. Entre los indígenas de la sierra son muy famosos los chamanes tsáchilas, que habitan en la región de la costa. Se les llama también colorados por su peinado con achiote -un pigmento rojo de origen vegetal.

Danzantes y enmascarados

El tema estrella de la pintura de Tigua son las fiestas religiosas, especialmente la del Corpus Christi. Esta fiesta encuentra en su mismo origen, con las decoraciones pintadas de los tambores que se usan en ella. Se celebra normalmente en el mes de junio, 60 días después del Domingo de Resurrección. Los personajes principales son los danzantes ataviados con unos espectaculares trajes y tocados, que danzan al ritmo que le marcan el tambor y la flauta pingullo. Una parte importante de esta fiesta son las corridas de toros, los vaqueros suben al páramo para atrapar los toros que bajan al pueblo en procesión acompañados por músicos. Al igual que otras fiestas como San Juan, Corpus Christi coincide aproximadamente con el solsticio de verano, con las fiestas de la cosecha prehispánicas y el Inti Raymi -Fiesta del Sol­ de los incas. Para poder seguir practicando su religión, los pueblos| originarios andinos fundieron algunas de sus celebraciones con las católicas, siendo por tanto las fiestas una forma de resistencia indígena que sirve para reforzar la identidad

Los personajes enmascarados y disfrazados son habituales en muchas de ellas, especialmente en Noche Buena y Tres Reyes (Reyes Magos). Los más comunes son los que llevan máscaras de madera con rostros de animales: perros, monos, tigres (ocelotes), leones (pumas) y cóndores. También encontramos a otros personajes como el "Payaso", el "Viejo” -que lleva zamarro (pantalón de piel de borrego), máscara con barba y un látigo- o la "Vaca loca" -que con un disfraz de vaca persigue a los presentes como si fuera una vaquilla en una capea. Los globos de papel en el cielo, que aparece muchos cuadros festivos, sirven para avisar a los habitantes de otras comunidades de que allí se está celebrando una fiesta.

Las fiestas las organiza y costea cada año un miembro elegido por la comunidad: el prioste. Ser designado prioste es un gran honor, la persona elegida adquiere mucho prestigio. Suele aparecer representado en las pinturas portando un bastón de mando. Las fiestas suponen una forma de redistribución de la riqueza, en ellas se activan las relaciones sociales y sirven para reforzar los lazos de amistad y solidaridad.

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(Foto: Juan ignacio Vera)
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