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La sudanesa condenada a muerte tuvo que dar a luz con las piernas encadenadas

La sudanesa condenada a muerte tuvo que dar a luz con las piernas encadenadas

La Policía detuvo a la mujer y a su esposo en el aeropuerto de Jartum (Sudán) antes de viajar a EEUU porque su pasaporte era inválido y su destino no era su país natal.

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Meriam temía por cómo daría a luz en prisión y, cuando finalmente llegó el momento, tuvieron que subirla a una mesa porque tenía las piernas encadenadas entre sí. Liberan a la sudanesa al ser anulada su condena por convertirse al cristianismo.  “Di a luz encadenada”. Son las últimas palabras de la dramática historia de Meriam Ibrahim, la mujer que fue condenada a muerte por haberse convertido al cristianismo, que después fue absuelta y a la que no dejan salir de Sudán.

Su tiempo en cautiverio ha sido terrible y ha tenido que pasar su embarazo dentro de una celda, mientras los verdugos esperaban que diera a luz y pasara cierto tiempo para poder ejecutar su condena. Finalmente fue absuelta, pero su drama no acabó con la absolución.

Durante una entrevista telefónica concedida a CNN, Meriam ha contado lo que pasó mientras estaba en prisión. “Di a luz encadenada. No por las muñecas pero sí con cadenas en las piernas”, algo que le dificultó seriamente el momento del parto. “No podía abrir las piernas así que tuvieron que subirme en una mesa… No podía abrir las piernas…”, asegura Meriam.

La sudanesa no temía a la muerte, ni tampoco a la prisión. Antes del nacimiento de su hija, sólo pensaba en cómo daría a luz en prisión. “Sólo podía pensar en mis hijos y en cómo iba a dar a luz. Estaba más asustada por dar a luz en prisión”, asegura.

Ahora, después de haber dado a luz, todavía teme por su hija: no sabe qué ocurrirá con ella. Los médicos creen que las circunstancias de su nacimiento podrían tener consecuencias en su desarrollo y ella misma teme que pueda tener problemas. “No sé si en el futuro necesitará ayuda para caminar o no”.

Meriam fue liberada poco después de tener a su pequeña. Absuelta. Pero cuando ella y su marido, Daniel Wani, de nacionalidad estadounidense, intentaron salir del país se toparon con nuevos obstáculos: Daniel y Meriam fueron, una vez más, retenidos por la Policía y detenidos junto a sus dos pequeños, uno de ellos, recién nacido, antes de volar hacia Estados Unidos.

Ahora se enfrenta a una acusación por falsificar el pasaporte pero se ha refugiado en una casa franca en Jartum, mientras mira a cada lado por su seguridad. Durante su entrevista, Meriam explica el miedo que tiene por su familia y cómo se siente de cara a un futuro lleno de incertidumbres.

“Al final estoy en un lugar seguro. Definitivamente, es seguro, pero no es cómodo”, asegura, mientras espera a que se solucione el problema con el pasaporte que le impide salir del país que la quiso asesinar por haber mantenido su fe.

“Mi pasaporte era válido al 100%”

Fueron los servicios de Seguridad e Inteligencia Nacional sudaneses los que detuvieron al matrimonio cristiano y a sus hijos en el aeropuerto de Jartum, y los que dicen que sus documentos son sursudaneses, a pesar de que no tiene la residencia de Sudán del Sur. No fue la única razón por la que no los dejaron salir: su destino era Estados Unidos, que no es su país natal.

Pero ella insiste en que nunca falsificó ninguna documentación. “¿Cómo puede ser inválida mi documentación? ¡Viene de la Embajada! Es válida al 100% y fue aprobada por el embajador de Sudán y el de Estados Unidos”, asegura.

“La embajada de Sudán del Sur se hizo responsable y me hizo los papeles. Estoy en mi derecho de utilizar la documentación y de tener un pasaporte sursudanés, porque mi marido es ciudadano sursudanés”, añade. “Él tiene pasaporte estadounidense y sursudanés”.

Meriam describe como “aterradora” la manera en que la Policía sudanesa les detuvo a ella y a su esposo, en silla de ruedas, en la zona de entrada VIP donde esperaban para facturar antes del vuelo. “Estábamos aterrados, y creíamos que se habían equivocado”, explica.

“Nos encerraron en una sala durante cuatro o cinco horas, y todo el tiempo estuvimos intentando saber cuál era el problema”, añade. “Ahora no sé ni qué debo hacer… Quiero viajar, pero a la vez no quiero. El estado en el que estoy ahora… me obliga a viajar. Pero hay un problema nuevo cada vez que intento salir”, lamenta. 

Fuente: lainformacion.com - Tamara Fariñas – 02/07/14

 

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