Hacia los años cuarenta del siglo pasado llegué a conocer el estraperlo, las penurias y calamidades, el hambre, la cartilla de racionamiento para el tabaco, para el pan y para el azúcar, lo pasábamos mal pero a pesar de todo eso las personas tenían ilusión, ilusión por superarse por llegar a vivir mejor, por levantar a España de su postración y de sus hambrunas tras la Guerra Civil, recuerdo los tranvías atestados de gente hasta los topes, los chiquillos se subían a los parachoques para no pagar el billete. Llegó la penicilina, pero solo se podía adquirir en el bar de Perico Chicote en la Gran Vía, antes Avenida de José Antonio, y a precios astronómicos. Evita Duarte de Perón nos hizo llegar grandes cantidades de trigo desde Argentina en cargueros y gracias a ella pudimos comer y es por eso que el general Franco la invitó a venir a Madrid y ella saltándose todos los protocolos y memeces internacionales, con ese coraje que tenía vino a España y yo la vi pasar en el Rolls Royce junto al Caudillo saludando a la multitud.
Después del hambre y de la miseria llegaron los años de bonanza, los años setenta con los tecnócratas, como los que ahora hay en Grecia e Italia, llegaron los del Opus Dei, los Laureano López Rodó y Gregorio López Bravo, impecables y listos y preparados a fondo y con ellos pasamos a ser la octava potencia industrial del mundo y todos teníamos trabajo y no había ni un solo parado, y los españoles comenzamos a comprarnos el cochecito y el piso en la capital (pero no con hipotecas) y después el otro pisito en la sierra o en el mar y Augusto Algueró nos amenizó con sus preciosas canciones y Marisol y Raphael, el incombustible, por cierto muy admirado de Doña Carmen, que era una de sus fans, y que le veía siempre en el Palacio de la Música, hoy medio derruido, y los intelectuales como yo, los “chicos de vanguardia”, los jóvenes talentos, comenzamos a decir que aquello era la nefasta “sociedad de consumo” y que había que pensar más y consumir menos, creo que al Caudillo no le debíamos de caer demasiado bien, pero él se cansaba de repetir que éramos ”la reserva espiritual de Europa”, ¡ y qué razón tenía ¡, ahora cuántas veces me acuerdo de él, yo que tanto le criticaba.
Bien, y hemos llegado al año 2012, nunca tenía claro llegar a vivir tanto ni que llegaría tan siquiera a ver llegar al hombre a la Luna, pero Dios ha querido conservarme aquí, Él sabrá por qué, el caso es que hemos pasado a ser de la ”sociedad de consumo” a la “sociedad consumida”, consumida económica y moralmente, ya no somos la “reserva espiritual de Europa”, sencillamente porque nuestras fronteras han sido holladas de nuevo por los pueblo bárbaros del norte y el Mercado Común ha acabado con todo, con la riqueza y con la moral, ahora somos progres y “modelnos”, vamos, que estamos a la última pero con el Euro no llegamos ni al día quince de cada mes.
¿ Qué nos quedará por ver?, no lo sé, Dios sabrá, Él que lo sabe todo y que nos ve desde allá arriba, desde su atalaya ve lo que yo ya no alcanzaré a ver, eso se lo dejo a los jóvenes, a mi hija, a las nuevas generaciones, ¿ qué nuevas crisis les esperan?, ¿ qué vaivenes?, ¿ qué montañas rusas?, yo solo les diría que no se asusten, que muy pocas cosas tienen importancia, que como decía Santa Teresa “todo se pasa” y fijaros, nunca imaginé que llegaría a “estar de vacaciones hasta el día de mi muerte”, ¿ por qué?, porque me he jubilado.