“El Gitano”, convertido en “Sandro de América” tras su muerte

Con “El Gitano”, ha pasado lo mismo, pero a diferencia de Sosa, ya en vida, Sandro se había convertido en un icono de la cultura de masas cultivando un estilo muy peculiar que en un comienzo, le mantuvo circunscrito estrictamente a las clases más populares donde gustaba su estilo afectado y de exagerada imitación de los fenómenos del rock de la época.

Argentina se ha quedado sin Sandro. Sin El Gitano, una de las leyendas de su cultura popular de las últimas cuatro décadas. Cantante, actor de cine, símbolo del erotismo escénico en los tiempos del recato, el enigmático Roberto Sánchez murió a los 64 años, víctima de su incurable adicción al tabaco que le llevó (según afirman quienes le conocieron), a fumar cuatro cajetillas diarias de tabaco.

Miles y miles de personas, en especial una generación de argentinas cincuentonas, lo lloraron desconsoladamente. El Gitano fue velado en el Congreso de la Nación, al igual que ocurrió en octubre con Mercedes Sosa. Pertenecían a mundos paralelos. La Negra Sosa, fue, ante todo, el emblema de la sociedad politizada mientras que Sandro representó genuinamente una expresión del cantante popular cercano a las masas.

Comenzó su carrera artística imitando de manera descarada los movimientos del fenómeno Elvis y consiguió en primer lugar, atraer la atención de las clases bajas de una Argentina tradicional y recatada que veía en Sandro, una mala y pobre copia del fenómeno que sacudía USA y el resto del mundo por aquellos años: Elvis, aunque es preciso decir que igual situación se producía de manera simultánea en muchos otros países sacudidos por la fiebre arrolladora del rock.

En el vecino Chile por ejemplo, un desconocido aspirante a Elvis criollo, llamado Peter Rock daba también sus primeros pasos alcanzando fugazmente una cierta popularidad para el estricto consumo interno chileno. En Brasil, otro gran país de América, Roberto Carlos comenzaba sus primeros escarceos con el rock para derivar luego (al igual que Sandro) a su propio estilo que le convertiría poco después, en un ídolo indiscutido en América, y en muchos países de Europa. México por su parte, aportaba en ese mismo tiempo, al célebre ex cantante de los Teen Tops, Enrique Guzmán que también, al igual que Sandro, consiguió crear su propio estilo que le hizo perdurar en el cambiante ambiente artístico como una verdadera figura internacional por casi 40 años.

Sandro tuvo -a juicio de quien escribe esta nota-, el doble mérito de persistir en un estilo que él estimaba como propio y de tener un “ángel escénico” que le permitió llegar muy pronto a todos los ámbitos de la sociedad argentina que terminó adoptándolo como un típico producto nacional y de exportación, y no hay duda que los 40 años que Sandro se mantuvo en primera línea prueban de manera inequívoca, que era y será siempre, un auténtico ídolo de masas que entre algunos de sus muchos méritos cuenta el haber sido uno de los primeros artistas latinos en llenar dos veces el Madison Square Garden, antes que el mismísimo Julio Iglesias a quien muchos consideran el más popular de los cantantes latinos de los últimos 50 años aunque haya muchos también, que discrepamos de manera rotunda con esta afirmación.

Sandro se inició en a mediados de los 60 como un intérprete de rock and roll. Fue una suerte de Elvis de la periferia bonaerense. Y si bien cambió pronto las chaquetas de cuero negro y electricidad del rock por un romanticismo sobreactuado, conservó de sus viejas fascinaciones musicales el desenfreno cinético.

El cantante de los labios gruesos fue una fábrica de fantasías para esas argentinas que lo veían mover la pelvis o escuchaban sus susurros cerca del micro. Las mismas que compraron con devoción la mayoría de sus 36 discos o se alistaron en las primeras filas de los cines para verlo como un gitano seductor o el agente secreto de Operación Rosa, Rosa.

A pesar de su imagen de galán empedernido, Sandro fue siempre un misterio, acrecentado por el aislamiento con que siempre vivió en su casa, en la localidad bonaerense de Banfield. Hasta allí iban todos los 19 de agosto sus fanáticas a cantarle el feliz cumpleaños. El artista fue envejeciendo y, con él, su público más fiel. Pero el ritual se mantuvo imperturbable. El Sandro que había pasado la barrera de los 50 años se reía de su propia condición de sex symbol.

Esa ironía encerraba algo de verdad. Nunca se le conocieron fogosos romances ni encuentros ocasionales. Los paparazzis nunca lo pescaron. Se casó en los 90, con una mujer de su edad y que podía parecerse más a una de sus seguidoras que a las jóvenes actrices que lo acompañaron en sus incursiones en el cine.

En noviembre pasado, se sometió a un doble trasplante de pulmón y corazón. En un principio pareció recuperarse. Las cosas se complicaron hace una semana. "Lamento informar que a las 20.40 hora local, Roberto Sánchez dejó de existir debido a un cuadro de shock séptico". El frío parte médico tuvo el efecto de un mazazo. El público en general, le lloró de inmediato y como suele ocurrir, los panegíricos (radiales, periodísticos y televisivos) se sucedieron de manera infatigable y continúan hoy mismo, a varios días ya de su muerte con lo cual puede darse por seguro que Sandro, El Gitano, el cantante que recibía en el escenario junto con los aplausos, las bragas de sus admiradoras tiene ya, al igual que otros “grandes” de la música argentina, un lugar asegurado en la iconografía popular de aquel país y por extensión, en toda Iberoamérica donde su figura era muy querida y permanecerá siempre presente en sus viejas canciones que resultan absolutamente familiares para más de dos generaciones de sus admiradores. Bien por ti Sandro, ¡donde quiera que te encuentres!...