Exportando recuerdos: un reconocimiento al Instituto Nacional.

Me correspondió el irrenunciable privilegio, el alto honor y la gran responsabilidad de estudiar en el colegio público más antiguo y de más renombre en el país: El Instituto Nacional.

Siempre he pensado que alrededor de los 6 años, el ser humano comprende lo fácil que resulta tomar un lápiz y escribir… pero bienaventurados los que en algún momento de su existencia, aprenden a escribir con el alma. Y es por eso que quisiera plasmar en estas líneas mi gratitud por aquella oportunidad que me presentó el destino allá por el año 1964, y que tan bien aproveché y disfruté, ser:¡Institutano!

Porque para mí, ser institutano es un estilo de vida, es mística, es pasión, es un sello, es llevar grabada la insignia en la piel.

Hoy, a casi 39 años de mi egreso de él, aún mantengo el fervor encendido por lo que me tocó vivir al interior de sus eternas aulas durante siete felices años de mi infanto-adolescencia.

Podría estar horas haciendo evocaciones, porque sintiendo mi colegio como lo siento, experimento algo muy especial cada vez que abro esa chaqueta azul de los recuerdos y encuentro en cada compartimiento de su interior un fragmento de la vida institutana y de la vida propia; hay muchos que sólo recuerdan su colegio, pero querer y alimentar ese recuerdo día a día… es otra cosa. Y por todo eso: ¿Cómo no hablar el idioma aprendido en esos años?, que es un idioma de vida, un idioma de esfuerzos, un idioma de trabajo y un idioma de honestidad. ¿Cómo olvidarnos de eso?, si es la única herencia verdadera que le podemos dejar a nuestros hijos; todo lo demás se acaba, se deteriora, se envejece, es robado o es destruido; pero la cultura, la educación y el valor de la rectitud con que fuimos educados, es un capital inagotable que rinde los mejores intereses en el mercado del diario vivir, y sobre todo en los tiempos en que actualmente se debate nuestra sociedad.


Este insigne colegio ha dado a Chile 18 presidentes de la república; además cientos de políticos, intelectuales, científicos, profesionales, empresarios, artistas, deportistas, en fin; en cada ámbito que se escudriñe el quehacer nacional invariablemente nos encontraremos con más de un Institutano.

Fundado en 1813, históricamente se ha constituido en el bastión que pretende mantener siempre en alto las tradiciones de la educación pública chilena.

El próximo 10 de Agosto llega a un nuevo aniversario, y casi a la par con la patria misma, ya se empina en años venideros a celebrar el bicentenario.

Espero que este artículo sea leído por muchos ex alumnos dispersos por el orbe, a quienes he dado en llamar desde hace algún tiempo: “Institutanos Sin Fronteras”, y sé que ellos como nadie, sabrán atesorar el mensaje subliminalmente fraterno que contiene.

Creo que para dar a conocer al mundo el sentimiento de quienes nos formamos en dicha cuna académica como ciudadanos libres, consecuentes y pluralistas, la siguiente se me ocurre como la frase más representativa que demuestra ese sentir:
“Ser alumno del Instituto Nacional es un privilegio, ser ex alumno es una bendición de porvida”.