Aparezco con mi chaqueta jaspeada de color marrón y blanco, mi sempiterno jersey de pico gris y mi corbata burdeos. Mi pelo “¡oh novedad!” es marrón. Manuel Toharia aparece calvo con sus gafas montadas al aire y su aire campechano y genial. Entre la cola de los que esperan mi firma aparecen Miguel Mengs, Rosa Feixas y Carmen; África, la mujer de Pepe Jiménez y otra amiga elegante y con el pelo blanco, y varias personas muy conocidas cuyos nombres ahora no recuerdo. Detrás de mí las banderas nacionales, la de la Comunidad de Madrid y la de la Comunidad Europea. Sin duda habrán pasado cincuenta años, ¿pero soy yo ese joven voluntarioso que bolígrafo en mano firmo ejemplares de “El hielo de la Luna”?.
Recuerdo que a continuación escribí “Los desiertos de Marte” y viene mi memoria el ritmo trepidante y visual, casi cinematográfico de Richard Harris, haciendo de las suyas. También el otro escenario en el Centro Cultural Moncloa del Ayuntamiento de Madrid, con un aforo nutrido de unas 200 personas.
¿Era yo entonces el que aparece ahí?,¿y es el mismo que ahora achacoso y con el pelo blanco, con el andador y la silla de ruedas me aproximo a mi final, escribiendo eso sí aún en el diario digital “EuroMundoGlobal” del editor Juan Ignacio Vera?.
¿Qué ha sobrevivido o sobrevive de mi yo, “mi voluntad de escribir”?, ¿es eso el alma?, ¿qué queda del cuerpo, un digno despojo humano, muy digno de perdón y de respeto.? ¿? No será el alma la que va apareciendo y que tanto valoraron los asirios, babilonios, celtas, egipcios y personas de llamado Renacimiento?.
Sí creo en Dios y en la inmortalidad del alma. Que este pobre ser llamado Germán Ubillos tiene aún muchas batallas que celebrar.