Miremos a los protagonistas. José Luis Ábalos, por ejemplo. Cuando no estaba en el epicentro del caso Koldo, vivía y sigue viviendo en una casa modesta en Valencia. En Madrid, tenía un piso en Vicálvaro y comía de menú del día. Eso no es corrupción con glamour. Eso es la versión mileurista del saqueo. Y que no se me malinterprete: no justifico a nadie. Pero si te vas a corromper, al menos que se note. Que parezca que lo estás disfrutando.
Santos Cerdán, otro nombre en el reparto, tampoco da la talla estética del presunto corrupto de manual. Vive en una casa normal. En un barrio bueno, sí. Pero en un piso tipo medio. Comparte código postal con Isabel Díaz Ayuso, pero no el estilo de vida. Ayuso no se corta. Vive en un dúplex de lujo. Uno propiedad del novio. Otro en alquiler con opción a compra. Y todo con dinero, unos dos millones de euros que podría venir de comisiones poco claras y en todo caso de dinero evadido al fisco. De momento, presuntamente. Pero el estilo está ahí. Y cuando Alberto Quirón sale a la calle se pasea en un Maserati o en un Porsche Cayenne. Juegan en otra division.
Y esa es la diferencia. A los del PSOE parece que les da vergüenza el dinero. Como si tuvieran que disculparse si se han corrompido. Los del PP, en cambio, hacen lo contrario. Lo enseñan. Lo presumen. Lo celebran.
Ejemplos sobran. Eduardo Zaplana, también valenciano, se compró un yate a través de un testaferro. Clase alta de verdad. De las que no dejan rastros con su nombre en los papeles. Francisco Camps, absuelto por un jurado popular, no necesitaba dinero en metálico. Le bastaba con trajes a medida. De los mejores sastres locales. La elegancia .Ya sabemos que Valencia da mucho de si en este asunto, todo tiene que ser rebuscado y colorido, como las fallas.
Y si viajamos hacia el este, encontramos a Jaume Matas, otro clásico. También mediterráneo. También amante de los relojes caros, mejor si son ostentosos y los ambientes selectos. Corromperse, sí. Pero con estilo. Se gastó varios millones de euros en reformar un palacete de origen medieval y nadie se asustó.
Todos ellos, además, eran habituales de los mejores restaurantes de Valencia y de Madrid. Comían bien. Vestían bien. Conducían bien. Si los pillaban, mala suerte. Pero no se escondían. No se disfrazaban de funcionarios modestos. No fingían austeridad. Eran lo que eran. Y no se avergonzaban. Ya habían aprendido con la alcaldesa Rita Barberá que solo llevaba bolsos de Louis Vuitton.
Ahí está la clave. La relación con el poder. Los del PP lo consideran suyo. Por derecho divino. Por herencia genética. Por haber nacido con ropa de seda y cucharilla de plata. Lo usan, lo ejercen y lo abusan. Sin remordimientos. Como si el BOE viniera con firma de sangre azul.
Quizá uno de los máximos exponentes sea Rodrigo Rato, que lo fue todo aquí y allí. En Madrid nunca salió del barrio de Salamanca o del Viso , las vacaciones de esquí en La Perla uno de los más exquisitos hoteles de los Dolomitas y las de verano en los mejores hoteles de las islas más preciadas.. Eso es caro, pero siempre hay alguien que ayuda.
Los del PSOE, en cambio, sienten que el poder les ha sido prestado. Temporalmente. Como una beca. Saben que se lo pueden quitar en cualquier momento. Por eso, cuando se corrompen, lo hacen con miedo. Con disimulo. Sin saber muy bien cómo manejar el dinero. Sin yates. Sin relojes. Sin Maserati. Con transferencias raras ,pisos discretos y menú del día.
Y es que no es lo mismo gastarse el dinero en prostitutas que en relojes. El primero parece que se lo quiere quitar de encima. El segundo quiere disfrutarlo para siempre. El del coche caro quiere que todos lo vean. El del sobre en efectivo quiere que nadie lo note. Uno da ruedas de prensa con sonrisa. El otro se esconde detrás de un abogado.
No estamos hablando de ética. Ni de moral. Ni de legalidad. Hablamos de estética. De estilo. De categoría. Porque hasta para cobrar mordidas hay clases. Y eso, aunque nos duela, también forma parte del paisaje político español.
¿Conclusión? No hay conclusión. Porque el tema sigue abierto. Los sumarios crecen. Las tramas se multiplican. Y los nombres cambian. Pero la división se mantiene. Corrupción premium y corrupción cutre. La primera tiene chalé en Marbella, la segunda, piso en Vicálvaro.
España es así. Y mientras unos se reparten relojes, otros piden factura sin IVA. Y todos, al final, dicen lo mismo: que no sabían nada. Que fue un malentendido. Que ellos solo pasaban por allí.
Pero nosotros sí lo sabemos. Lo vemos. Lo olemos. Y hasta lo puntuamos. Como en un reality. ¿Quién se ha corrompido mejor esta semana? ¿Quién ha llevado mejor el look de imputado en la Audiencia Nacional? ¿Quién ha salido del fango con más estilo?
Hay premios para todo. Hasta para eso.