Arquitecto técnico, constructor, coleccionista y mecenas en algún momento, Pedro Martín se conoce todos los lugares, rincones y recovecos del Real Sitio de El Escorial, así como del contenido interior del Real Monasterio: “podría ir viendo y enumerando todas las obras de arte que faltan, porque se las han llevado a Madrid. En realidad, todas las obras maestras del Museo del Prado proceden de aquí, de las colecciones de Felipe II, para empezar todos los Boscos”.
Además de “salvar” de la demolición, el Real Coliseo de Carlos III y las Cocheras del Rey, que, al igual que otros inmuebles, el Estado fue vendiendo al Ayuntamiento o a particulares, que solo pensaban en construir viviendas. “El Real Monasterio ha pasado por momentos de incuria muy peligrosos. Hubo un tiempo en que la gente acomodó allí sus casas”, explica P. Martín.
El mérito de adquirir y restaurar el Coliseo de Carlos III no se lo puede quitar nadie, frente a la desidia institucional que ha sufrido en algunos campos el Real Sitio. Una restauración, realizada con un criterio respetuoso con la historia del edificio, que se complementa con ámbitos introducidos «ex novo», tales como el foso para la orquesta, vestuarios, camerinos y otras instalaciones relacionadas con las funciones teatrales y un ambigú-cafetería. Estas dependencias se ubican en el sótano y la entreplanta obtenidos bajo los niveles originales del edificio histórico, según proyecto de los arquitectos Mariano Bayón y José Luis Martín Gómez, este último, hermano de Pedro.
Emprendedor nato, Pedro Martín explica que ha vivido de la construcción, sobre todo en Madrid, pues en El Escorial ha hecho solo la urbanización Felipe II y poco más. Su esposa Carmen Worm, española de origen alemán, tenía una tienda de antigüedades, que al fallecer llevó su hijo Pedro Martín Worm. Igualmente, Pedro montó la gran librería Cocheras-Coliseo, que cuenta con casi sesenta mil libros, y que hoy solo se maneja a nivel digital. También creó la editorial Coliseo, en la que se han editado bastantes títulos relativos al Real Sitio y el Monasterio de San Lorenzo. El mismo, como Pedro Martín, solo o con otros autores, ha escrito algunos de los libros publicados en su editorial, como: El Escorial de los Borbones. Coliseo y Cocheras Reales; Faustina de Vermandois. (Seda). Un eterno viaje en busca del amor; la casa perpetua del Rey de España o las tumbas reales de El Escorial; Las llaves de El Escorial; Don Quijote en busca de El Escorial; El Escorial. El cielo en la tierra. Además, es también autor del libro El Greco. Triunfo en Toledo, fracaso en El Escorial (2014).
Como mecenas, Pedro Martín creó premios de pintura como el Manuel Viola, durante dieciséis años. Fue de los primeros certámenes al aire libre, con una recompensa de quinientas mil pesetas y dos accésits de cien mil, con miembros del jurado de prestigio, entre los pintores y críticos de arte del momento con los que se relacionaba, entre ellos Luis García Ochoa, director de la Escuela de Arte El Escorial y Luis Javier Gaya. Con el tiempo los premios pasaron al Ayuntamiento de San Lorenzo, que bajó el número y la cuantía, para acabar cerrándolos diez años más tarde.
Lo oficial e institucional acaba siendo menos atento y generoso que la sociedad civil con los artistas, por eso las instituciones sueñan siempre con el patrocinio desde fuera, pero con la foto dentro.
Pedro Martín también es coleccionista de arte – el mejor mecenazgo- y ha adquirido numerosas esculturas de diversos autores, entre ellos Pardito, artista local que trabaja la chapa de hierro, hace casi siempre los belenes del municipio por Navidad y recientemente ha hecho para Pedro una pieza denominada “El arca de Noé”, de la que está muy satisfecho el coleccionista, pues sonríe cuando explica las distintas piezas de la obra y se detiene en los tres hijos de Noé: Sem, Khan y Jaffet, uno blanco, otro negro y otro amarillo, que darán lugar a las distintas razas del hombre.
Las esculturas las tiene en El Alarife, un amplio espacio en la falda del Abantos. Además de Pardito tiene obras de Sergio Castillo Mandiola (1925-2010), escultor chileno casado con Silvia Westermann, hoy directora de la Academia de Bellas Artes en Santiago de Chile. Ambos vivieron catorce años en el Real Sitio, partir del golpe de Estado contra Allende y fueron muy amigos del constructor. Sergio fue el primer autor que trabajó la escultura soldada en Chile y ganó el Premio Alcobendas 1980 en España. Expuso en Madrid en la histórica galería Skira. A comienzos de la década de 1980 abrió una galería de arte en San Lorenzo, donde promovió el trabajo de artistas de diferentes procedencias. La galería funcionó durante catorce años. Participó como jurado en diversos concursos de pintura.
En El Alarife tuvo lugar una gran exposición retrospectiva del pintor japonés Yurihito Otsuki, residente en San Lorenzo de El Escorial. Pedro Martín colecciona también obra suya. Pedro Martín ha sido y es amigo de numerosos artistas, entre ellos de los catedráticos de Arte, Manuel Parralo Dorado y Francisco López-Soldado. Junto a este último y su esposa Carmen ha tenido lugar nuestra entrevista, que terminó con un paseo por la llamada galería Martín, un lugar comercial que sale a los Jardincillos, recientemente enriquecida con las pinturas al fresco donde aparecen pintadas desde la reina Sofía a Teresa Berganza, con la que también tuvo cierta amistad el constructor.
En la galería Martín, que se entra por el Real Coliseo de Carlos III y por la Botillería, se encuentra el antiguo restaurante que recibió el nombre de La Genara, abuela de Pedro, una gran cocinera. Allí iban a comer muchos alumnos del Real Colegio de los Agustinos, porque era más económico que aquel. A la espera de que se puedan poner mesas al aire libre, el tradicional y conocido restaurante La Genara permanece cerrado. Ya llegarán tiempos mejores y más propicios. “Mi abuela era una excelente cocinera”, insiste Pedro Martín que conjuga en su vida muchas vidas, como constructor, restaurador, coleccionista, mecenas, librero…, que nació y residió siempre en el Real Sitio, un lugar que ama, pero que reconoce difícil, por los diversos intereses y envidias que se generan. “Como en todos los pueblos”, añade para matizar.
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