Nació en un portal, entre vacas y bueyes, cuando pudo hacerlo en un palacio, pues con el mero hecho de su palabra y comiendo manjares, pudo redimirnos igualmente de nuestros errores. En eso el Padre quiso que su amado Hijo se pareciera al más menesteroso de los hombres, aunque la estrella de Belén, los pastores por allí itinerantes, y finalmente los Magos de Oriente, mostrasen otras cosas bien distintas, que la Virgen santísima guardaba en su corazón.
Su vida estuvo llena de prodigios. Hacía ver a los ciegos, oír a los sordos, hablar a los mudos y resucitar a los muertos; no creo que lo hiciera para mostrar que era Dios, lo hacía, y así lo pienso, para curar a los enfermos, ¿pues qué ciego no desearía ver, ni qué leproso curarse de su dolorosas y pestíferas úlceras, ni que sordo oír?.
Hacía caso a su madre, pues para eso lo era, y transformaba el agua en vino.
Sentía piedad y compasión, y resucitaba al único hijo de una pobre viuda en el pueblo de Naím. Pero la enseñanza suprema la dio al morir. Y no murió de una muerte cualquiera, murió clavado en una cruz de madera, con una corona de espinas ciñéndole la cabeza, después de ser flagelado brutalmente, por aquellas bestias que ni más ni menos eran semejantes a nosotros, pues a pesar de lo que diga la tele no hemos mejorado gran cosa.
Agonizante, dijo que tenía sed, y le dieron a beber vinagre. Semidesnudo fue increpado por aquellos sacerdotes malvados, por políticos tan infames y corruptos que no diferían gran cosa de los actuales, solo que eran menos en número; y por el populacho tan ignorante y maloliente como el actual.
Recuerdo que mi pobre padre antes morir, bien que en su cama, me dijo, “me estoy muriendo, pero no tengo miedo”. Eso nunca lo olvidaré; claro que mi padre como Cristo había dormido bajo la nieve, cubierto con el capote, en las batallas de Belchite, de Teruel y del Ebro. Comía sardinas en lata y las ruedas de clavos de un tanque le pasaron por encima de un pie.
Así que mi padre terrenal y el Hijo de mi Padre celestial se parecían bastante. Es por eso que yo me siento a menudo un ser bastante endeble, mimado y a veces miserable.
Vemos que la enseñanza humana de Cristo no pudo ser más concisa, pasó la vida haciendo el bien a todos los que podía y sin embargo nació en un establo entre animales, al frio de la intemperie hará dos mil veintitrés años, y murió clavado de pies y manos en una cruz de madera.
¿Qué se puede esperar de todo esto?; pues que nos enseñó a morir y también a vivir, solo que treinta y tres años.
Tenerte que separar de tu hija que va a quedarse muy sola, o de tu madre, a quien encomiendas a uno de tus amigos, es otra dura enseñanza. El dolor de abandonar a una hija inexperta o a una madre muy querida.
Sí, son dos espadas que atraviesan el corazón de cualquiera. Sobre todo el de un hombre que ha estado preocupándose siempre por los demás.
Pero antes de que el Padre nos enviara a su Hijo en tan tristes circunstancias, teniendo presente además que no era de éste mundo, y que los ángeles del cielo podían haberle evitado tantos sufrimientos; indica ni más ni menos que el Padre sabe lo mal que se pasa con demasiada frecuencia en este mundo terrestre, y es por eso que nos aguarda al final de todo el Paraíso, un lugar maravilloso que ni ojo vio jamás, ni oído oyó. Un lugar que nunca podremos imaginar en este valle de lágrimas, como dice una preciosa y conocida oración.
Si (
No(
