Lo hace sin tapujos, sin seguir reglas decimonónicas y sin apegarse demasiado al canon. Morales Fredes pone por delante sobretodo la tan ansiada libertad que todos deseamos, la libertad de temas, de estilos, en fin, libertad de pluma y un génesis temático que fascina. Pone el libre albedrío a jugar, a correr sin rienda y saltar de tema en tema, como una taruca o un suri que corre entre los cerros y praderas de la precordillera de nuestra región.
El autor ha dejado fluir su pluma durante gran parte de su existencia y su disco duro está lleno y ahora, de ese zurrón de viaje, quiere sacar retazos de su vida, de sus dolores y placeres, de su historia pública, de su intra historia, de sus obsesiones y cotidianidades, de un cuanto hay que sorprende por la frescura de su entramado de versos.
Por eso se permite pasar, entre otros, por temas tan disímiles como la muerte, el vino, las matemáticas, los seres divinos como Dios y los ángeles, el amor, los bemoles de la vida de funcionario y la “idiocracia”.
El escritor demuestra elegancia en el estilo, en una forma de escritura poética que ha macerado en un tiempo adecuado, que ha transcurrido antes por los caminos de la narración, de la crónica y los textos redactados para el diario local en la columna de comentarios.
Nos entrega sus poemas revestidos de una fina ironía y propone una lectura amena, liviana, que muchas veces saca sonrisas al lector, ya sea por la forma de tratar un tema o por la sola situación de haberlo elegido para ser parte de este libro. Morales Fredes no tiene que responder a nadie ni a nada, ironiza por la vida, viaja apuntando con el dedo y nombrando cosas y situaciones, Morales Fredes juega a ser Dios. Invitamos a disfrutar estos casi cuarenta poemas mirando hacia arriba, hacia adelante, hacia atrás y hacia todos lados, paseando por estos textos como si fuéramos por la vida en un viaje cotidiano y profundo a la vez.
Si (
No(
