Osama ben Laden, - en el libro de Michael Scheuer, ex analista de la CIA y ex jefe de la unidad encargada de las actividades de Bin Laden desde 1996 hasta 1999, recopiladas y resumidas por Bruce Lawrence - catedrático de la Duce University -, declara que nunca los medios de comunicación occidentales efectuaron un esfuerzo coherente para publicar textualmente las declaraciones de Bin Laden.
Bin Laden dijo con precisión a Estados Unidos las razones por las que libraba su guerra, y ninguna de esas razones está relacionada con la libertad o con la democracia, sino con las políticas y las acciones de Estados Unidos en el mundo musulmán.
A pesar de su retórica religiosa y de sus medios sangrientos, Bin Laden era un hombre racional – cuenta Michael Scheuer, autor de “Imperial Hubris: Why the West is Losing teh War on Terror”- y había y sigue habiendo una sencilla razón por la que atacó el hijo del Jeque millonario, formado y educado en universidades americanas, atacó al mundo occidental: El imperialismo estadounidense.
“Mientras Estados Unidos – dice – se empeñe en controlar Oriente Próximo, él y sus aliados (léase España, Francia, Inglaterra, Alemania), serán sus enemigos”.
En algunos pasajes de sus escritos el temible “hijo del Jeque”, se dolía de que por cada niño occidental que moría a manos de la yihad, más de cien niños árabes morían bajo los bombardeos norteamericanos.
Es difícil calibrar por lo tanto la magnitud y el calado de la tragedia actual de Afganistán y su capital Kabul, pero no es difícil imaginar la debilidad o la corrupción de un ejército nacional formado y equipado por los Estados Unidos de América, y su supuesta huida en masa ante el ataque talibán.
Aquí en Europa solemos decir que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Afganistán vuelve a tener gobierno de los Mulas, sencillamente porque es el gobierno no solo que se merece, sino que abiertamente quiere una minoría extremista.
Tras veinte años de paz, Occidente y los Estados Unidos tendremos que pelear de nuevo contra el extremismo religioso islámico y sus viejos líderes barbados; y las Torres Gemelas, la estación de Atocha, y las embajadas, consulados y hoteles y fiestas de lujo en el mundo entero, se verán amenazadas por un estado llamado Afganistán, cuyo pueblo en el fondo, consciente o inconscientemente no quiere ser controlado o dominado por un Imperio ajeno a sus convicciones y a sus ancestrales modos de vivir.
Si (
No(
