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Opinión: “Es Mi Sentir...”

¿Son pobres o nosotros somos cobardes?

Por Geral Aci

sábado 31 de julio de 2021, 18:16h

31JUL21 – MADRID.- Hace algún tiempo, yo escribí algo titulado colores y me preguntaba por el uso que la gente da a algunas palabras. Como por ejemplo decir. Me pagan en dinero negro, esto sucede cuando el patrón vulnera la ley, o también hacen uso de un color cuando ven a un trabajador bajo el sol picando la calle, entonces dicen trabaja como un negro. Nunca supe ni he sabido el uso de esa expresión.

Ahora tengo otra interrogante en la cabeza y la quiero escribir. En esta ocasión quiero recordar pequeñas anécdotas o comentarios ajenos, que me parecieron extraños o difíciles de interpretar.

En un encuentro político con personas que piensan igual que yo, mientras descansábamos y disfrutábamos de una taza de café, el dueño del bar encendió el televisor y nos tocó ver las noticias, que nunca reflejan la verdad de lo ocurrido. Decía el presentador: En el estrecho esta mañana se han encontrado 35 cadáveres de hombres, mujeres y niños que perecieron ahogados al naufragar la patera en la que viajaban. Se hizo un profundo silencio y una persona con la que compartía el café dijo: pobres desgraciados, gente joven, los niños ahogados es lo que más me duele, pero murieron luchando contra la miseria, y el hambre, pobre gente. Nuevamente silencio. Pero más tarde volví a pensar en esa noticia y me pregunté ¿cómo es posible que los habitantes de un país mueran ahogados en el océano mientras trataban de llegar a un lugar donde poder comer, trabajar y ser tratados como seres humanos? Y antes de responderme moví la cabeza y dije una palabrota, porque la persona que dirige o manda en ese país es el hombre más rico del mundo. ¿Será que el pueblo permanece tranquilo porque alguna religión lo ha idiotizado y lo mantiene en la ignorancia?

A raíz de esta anécdota, vino a mi cabeza un hecho del cual fui testigo hace muchos años en un viaje al sur de Chile, allí conocí a un campesino, hombre honesto y trabajador nos hicimos muy amigos. Me hablaba del campo, de la forma en que subsistían, de la falta de escuelas y ambulatorios, pero ese día en que me contaba cosas de su vida acompañado de su mujer y tres niños me comentó sonriendo que me invitaba a un asado, yo lógicamente acepté, había una razón para invitarme, él era quien preparaba la carne y el patrón le había ordenado que ese día en que recibiría algunos amigos y familiares, fuera el encargado de todo el banquete. Fue muy bonito, mucha gente, brindis, bastante comida y copas después de almorzar, y yo le estaba ayudando a recoger platos y cubiertos, pero justo en el momento en que estaba haciendo “mi trabajo” en la mesa del terrateniente le escuché hablar, decía a los que le acompañaban: ¡se imaginan ustedes que un grupo de vagos me quiere quitar mis tierras con el asunto de la Reforma Agraria! ¡Todo esto es mío! Lo heredé de mis padres y ellos de mis abuelos ¡nadie meterá un pie en mis tierras! Y dijo una expresión muy usada en varios países Latinoamericanos: ¡qué se han imaginado esos pobres huevones! Al primero que vea le meto una bala en la cabeza.

También este valiente hombre usó la palabra pobre, sí para él esa gente que pedía que la tierra fuera para todos, eran unos pobres huevones.

Al regreso de este viaje tenía en mi cabeza las palabras del hombre, también él las usaba para catalogar a los demás.

Un día me avisaron de una familia que desalojaban en un barrio de Madrid, un matrimonio mayor, sin hijos, con 20 años alquilando la vivienda. Pero ahora gran parte del barrio lo había comprado una empresa inmobiliaria, quizás los más inmorales y repudiables de los llamados empresarios. Por muchas gestiones que se hicieron nada fue posible, ni la justicia ni nadie se preocupó, y esa mañana doce vehículos policiales, algunos reporteros de periódicos digitales, de revistas decentes y una radio vecinal estaban presentes, no había ningún canal de televisión ni tampoco los periódicos habituales , que mucha gente llama amarillentos.

La esposa fue trasladada a un hospital en forma urgente, no podía soportar ver sus enseres en la calle, cuadros, sillas, ropa, una jaula con un pájaro y un gato. El marido solo miraba en silencio. Se dio la casualidad que a pocos metros hay una iglesia católica y una calle más abajo un centro evangélico. Nadie apareció ni el cura que tenía una buena cama, un cómodo departamento y seguramente algún saldo a favor en su cuenta corriente, y que los domingos hablaba de justicia y amor. Tampoco apareció en incansable pastor que nunca dejaba de hablar, que decía que dios vendría cualquier día, como lo dijeron sus antepasados hace casi 2.000 años y aun no viene. Se juntaron muchos mirones y la únicas palabras que escuché fueron: pobre gente, pobre señora y pobre hombre, qué será de ellos ahora, alguien invocó lo sobre natural y dijo: ¡dios mío! ¡dios mío! ¡Pobre gente!. Si, nuevamente ante lo injusto, ante lo abusivo, ante un verdadero robo amparado por la justicia, la única protesta era decir ¡pobre gente!

Pero mi odio y mi rechazo a los ladrones de siempre no terminaba, una amiga terminó su carrera de Trabajadora Social y el padre le regaló una invitación a un restaurante y que invitara a cuatro o cinco amigos, fui uno de los amigos invitados. Y nos juntamos en una cena muy interesante, todo bonito, la atención, la comida y los asistentes. El padre de mi amiga había invitado a seis personas, tres matrimonios, y como pasa siempre alguien quiere llamar la atención, y un señor hacía comentarios sobre política, la situación del país y otros temas de actualidad, y según sus palabras lo que él decía era la verdad, digamos que tenía siempre la razón. Era de esas personas que no preguntan tu opinión sino que la dan por hecha. Dijo algo, y me miró como preguntando ¡a que sí! Si, dije yo, sin saber de qué hablaba. Además era el que más rápido comía y en un momento alguien habló de la situación de los niños en África y comentó que había visto un vídeo donde un buitre esperaba que un niño muriera para devorarlo, ya que el niño estaba solo en medio del campo. Todos participaron en la conversación y al final este hombre con la boca llena de asado dijo: pobres niños, si dijo la mujer que le acompañaba, pobres niños. Y todo se olvidó, hablaron de fútbol, de criticas aun partido político y de las bondades del Papa que había dicho que los curas pederastas serían castigados por violar niños, pero nadie dijo: pobres niños.

Aun me sigo preguntando, ¿cuando en realidad somos pobres? ¿Será cuando tratamos de pobre al obrero que expulsan del trabajo por protestar contra el abuso patronal? ¿Será cuando decimos pobre mujer cuando es agredida o asesinada? ¿o incluso alguien dijo: pobres muchachos porque formaron una pareja siendo de su mismo sexo? ¿o será cuando la televisión enseña niños ahogados en las playas y dicen pobres niños? ¿o tal vez cuando echan a la calle a un matrimonio anciano sin que nadie se preocupe? ¿Y cuando pronunciamos estas palabras lo decimos como una forma de protesta, por lástima o sencillamente porque somos unos hipócritas?

Nunca he escuchado a nadie decir ¡maldito hijo de perra! Cuando un banco roba una vivienda, menos cuando el estrecho se llena de cadáveres y nadie dice ¡maldito! Rey ignorante. Tampoco se escucha nada cuando mueren miles de niños en África porque no comen y nadie dice ¡malditos blancos ladrones! Por eso repito antes de decir ¡pobres gentes! Pensemos si somos cobardes o hipócritas.

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