Mis amigos, pocos, caminarán tras el duelo en silencio, arrastrando los pies, y no pensarán en sus negocios, se sentirán entre dolidos y sobrecogidos y pensarán algunos por vez primera en el sentido profundo de las cosas. Otros musitarán un Padrenuestro sorprendidos de su decisión. Y una una chica joven se secará las lágrimas en un segundo plano, a veinte meros, debajo de un ciprés.
Mi tumba quedará vacía, sin flores que adornen y le den color.
Y yo, ¿dónde estaré?.
Estaré viajando por el espacio profundo, sin sol, sin viento solano, sin estrellas, a la búsqueda de una luz, de un calor, el calor de la armonía inefable de mi infancia perdida y siempre recordada, pues ahí residía la verdadera luz, la luz del mundo, que el mundo había perdido y que yo, siempre obstinado, buscaba recobrar.