La reanudación del diálogo bilateral fue anunciada tras el encuentro que sostuvo el mandatario estadounidense, Donald Trump, con su homólogo chino, Xi Jinping, en el marco de la Cumbre del G20 en Japón.
En lo que es considerado como una concesión importante a Beijing, Trump dijo que permitiría que las empresas de su país le sigan vendiendo partes y equipos al gigante tecnológico chino Huawei.
Con este anuncio la Casa Blanca parece revertir una prohibición impuesta el mes pasado a esas ventas por el departamento de Comercio.
Además, aunque anteriormente había amenazado con aplicar sanciones comerciales adicionales en contra de China, Trumpconfirmó que no añadirá aranceles sobre importaciones chinas valoradas en US$300.000 millones y dijo que seguirá negociando con Beijing "por el momento".
Una tregua no es el fin de la guerra
Análisis de Karishma Vaswani, corresponsal de Negocios de la BBC en Asia
El presidente Trump ha presentado su diálogo comercial con Xi Jinping como una victoria para Estados Unidos, pero además puede haberle dado a Beijing exactamente lo que buscaba en el caso de Huawei.
Trump declaró la guerra comercial a China en julio de 2018.
Aún no está claro si lo que el mandatario anunció es un levantamiento total de las prohibiciones impuestas sobre la empresa china, pero si lo fuera se trataría de una concesión importante por parte de Estados Unidos hacia una compañía que Washington ha calificado como una amenaza a su seguridad nacional.
La reanudación del diálogo y la tregua en la imposición de nuevos aranceles serán vistos en el corto plazo de forma positiva por los mercados y por las empresas estadounidenses.
Estos ya se habían quejado sobre el costo de nuevos aranceles diciendo que -en caso de que se hubieran concretado- habrían obligado a los consumidores estadounidenses terminaran pagando unos US$12.000 millones adicionales por el incremento de los precios.
Las compañías chinas también han estado sufriendo. La guerra comercial ha impactado en los planes de inversión, en la confianza de los empresarios y en las exportaciones de la segunda economía más grande del mundo.
Pero anunciar una tregua no significa que la guerra comercial concluyó. Los aranceles valorados en miles de millones de dólares que fueron impuestos sobre la importación de bienes siguen en vigor. Y ambas partes tienen muchos temas sobre los cuales ponerse de acuerdo.
Washington quiere que Beijing, en esencia, cambie la forma como la economía china ha crecido durante las últimas cuatro décadas, elimine los subsidios a las empresas estatales, abra su mercado interior y, más importante aún, desea que rinda cuentas si no cumple con alguno de estos compromisos.
Pero ya Beijing ha dicho públicamente que no se va a doblegar en cuestiones de principio ni va a ceder ante la presión de EE.UU.
Cómo ambas partes cierran la brecha será la verdadera prueba de cualquier tregua. Por lo pronto, es una buena señal que estén dialogando de nuevo. Pero hace falta algo más que conversar.