“El prólogo es una suerte de ensayo, dejó escrito Camilo José Cela, premio Nobel 1989, pero éste mismo autor había criticado en 1986, la candidatura a la Real Academia Española, RAE de Jesús Aguirre –entonces Duque de Alba-, porque lo consideraba un “simple escritor de prólogos”, ya que dirigía una editorial. Con todo, CJC, Camilo, el de los premios, escribió multitud de prólogos a sus propias obras, algunas veces hasta siete prólogos diferentes para las distintas ediciones de una obra como La colmena. Y escribió además abundantes prólogos para los libros de sus colegas, donde se explayaba por sus siempre peculiares derroteros. De un prólogo se suele esperar una cierta presentación del autor y/o del libro en ciernes.
Prólogo, según el diccionario de la RAE, es un texto preliminar de un libro, escrito por el autor o por otra persona, que sirve de introducción a su lectura. El colmo de los prólogos lo llevó a cabo el escritor argentino Macedonio Fernández, que quiso escribir una novela articulada con sucesivos prólogos.
Y aquí estoy yo, escribiendo un prólogo a la novela Natural de Laredo, del escritor cubano/español Ramón L. Fernández y Suárez, profesor, ya emérito, de la Universidad Politécnica de Madrid y escritor de ensayos, narrativa y poesía. Digamos que su actividad literaria se ha intensificado a partir de finalizar sus tareas docentes y que se canaliza, entre otros medios, junto al grupo literario Troquel, que cuenta con la revista del mismo nombre, dirigida por Carmen Silva. El autor es miembro de la Asociación de Escritores de Madrid y ha escrito libros como Memorias y relatos de un docente.
Natural de Laredo es una novela situada en la historia de Cuba antes y después de su independencia de la Corona española, cuando los Estados Unidos de América, en un movimiento del particular interés de su política exterior, hasta hoy bajo sospecha, intervienen decisivamente en el conflicto bélico que allí tenía lugar. Una novela histórica la denomina su autor, si bien no fabula sobre personajes históricos, sino sobre personajes que vivieron dentro del friso histórico mencionado, es decir personajes que nos cuentan la intrahistoria de la Historia, como indicara el escritor Miguel de Unamuno. La intrahistoria narra la vida cotidiana de personas que vivieron durante aquellas fechas y acontecimientos. Vida vivaz de emociones y sentimientos, de amor, dolor y sufrimiento, de entusiasmos, ambiciones, fracasos y esperanzas. La vida misma. Vida que no figura en fechas ni estadísticas. La verdadera vida hecha de nombres y apellidos concretos, aunque pertenezcan a colectivos marginados o alejados de los centros del poder.
La intrahistoria es más verdadera y elocuente que la frialdad de los datos y/o la mera sucesión de los acontecimientos políticos, porque habla de vidas de hombres y mujeres comunes, gentes con historia pero “sin Historia”. No olvidemos como en Roma se decía, que la Historia la hacía el pueblo romano, aunque la escribiera un historiador.
En el caso de la novela Natural de Laredo, es la vida de un emigrante español en busca de fortuna y regreso a su terruño santanderino en el norte de España con el sueño del indiano dentro: hacerse construir una casa que mostrara su triunfo. No todo va como uno desea, como uno espera. Los sueños nunca son un dictado inexorable. Aquí se debate y resuelve la trama de la novela.
En el libro vamos a encontrar algunos americanismos, en su mayoría recogidos por la RAE. No olvidemos que Ramón L. Fernández y Suárez ya había publicado un libro de relatos con un título muy cubano como es el de Príncipe de la Manigua. El autor cuida las formas de expresión diferenciadas de los personajes españoles o cubanos, dentro de la lengua común, en la novela Natural de Laredo bien estructurada en capítulos.
Natural de Laredo es una hermosa historia de indianos, una novela corta, que se cuenta a buen ritmo de lectura, la intrahistoria de un emigrante español que, en sus sueños, va a hacer las Américas y las circunstancias y avatares le van llevando por rumbos con los que seguramente no soñó. Pero la vida manda con su imprevisión y delicuescencia. Para terminar, otra cita de CJC: “La vida es vasta, tumultuosa, varia, contradictoria, asimétrica, y así debe ser la novela”.