Ya Dylann Roof había sido encontrado culpable por el asesinato de nueve afroamericanos, el 17 de junio de 2015, en Charleston, Carolina del Sur. Faltaba saber la pena a la que iba a ser condenado. Tres horas duraron los 12 jurados para llegar a una decisión. Y esta fue pena de muerte, como lo había solicitado la Fiscalía. Durante el proceso, Roof nunca se arrepintió y, de hecho, dijo en varias ocasiones que sentía que "tenía que hacerlo". "Alguien tenía que hacerlo porque, sabes, los negros están matando a los blancos todo el tiempo en la calle y están violando a las mujeres blancas". Le dijo Dylann al FBI.
Ese 17 de junio, cerca de las 6 de la tarde, Dylann Roof ingresó a la Iglesia Metodista Episcopal Africana Emanuel, la iglesia afroamericana más antigua del Sur de los Estados Unidos y parte esencial de la historia de la lucha por los Derechos Civiles. El joven, un supremacista blanco, partidario del nazismo y el KKK, se hizo pasar por uno de los feligreses y estuvo, por lo menos, una hora junto con la congregación, antes de empezar a disparar. Disparó 77 veces. Primero lal reverendo, Clementa Pinckney, y luego a los feligreses. Y cuando ya había asesinado a nueve personas, se fue de la iglesia en el mismo coche en el que había llegado.
Fue detenido al otro día mientras se movilizaba por Carolina del Norte y confesó casi que de inmediato. La masacre reavivó las tensiones raciales en ese país. La entonces gobernadora de Carolina del Sur y ahora candidata a embajadora de los Estados Unidos ante la ONU, Nikky Haley, instó a los congresistas de ese Estado a retirar la bandera confederada -símbolo del racismo en ese país- del Capitolio. Roof, quien se negó a que le dieran un abogado, fue acusado por 33 cargos. Los aceptó todos. Y el 15 de diciembre pasado fue hallado culpable.
Su condena se produce en momentos en los que Estados Unidos se encuentra polarizo por la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y por la designación, por parte del nuevo presidente de los Estados Unidos, de funcionarios con antecedentes racistas, como su candidato a fiscal general, el senador Jeff Sessions. Durante el funeral del reverendo Pinckney, el saliente presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, recordó lo que fueron los años 50 y 60 para la población afroamericana y dijo que la masacre "fue un acto que se basó en un largo historial de bombas, e incendios provocados, y disparos efectuados hacia esas iglesias".
"No fue aleatorio", dijo, "sino como un medio de control, una manera de provocar terror y opresión". Un típico crimen de odio en una Nación con los ánimos encendidos.