En Centro Europa

Tras el gran ventanal una intensa niebla que no abandona a la ciudad desde hace varios días apenas dejaba adivinarse el árbol de navidad en medio de la plaza que emerge como un fantasma.

Acababa de dejar a mi hija en la estación de tren. Habíamos llegado con tiempo suficiente para tomar un café pero la cafetería estaba cerrada. Pensaba en ella mientras escuchaba la música de jazz y ojeaba los periódicos y lamentaba no haberle permitido desayunar en casa por si acaso perdía el tren pero me tranquilicé pensando que en esos momentos ya estaría tomándose su desayuno en la cafetería del tren.

Me di cuenta de que en todas las épocas, en cualquier ciudad, en cualquier país, existen emblemáticos cafés donde los escritores y los poetas se han sentado en una silla y sobre una mesa, en cualquier rincón, han dejado volar su imaginación y han escrito sus mejores obras. Me vienen a la memoria el emblemático Café Gijón de Madrid, el café Las Misiones de Montevideo donde cada tarde acudía Mario Benedetti, el Novelty de Salamanca, el Central de Viena, el New York Café de Budapest y tantos y tantos cafés del mundo que han sido frecuentados por cientos de escritores famosos. Sí, estos lugares son propicios para el reencuentro con uno mismo, para el silencio, para la calma que siempre andamos buscando. Precisamente, hace muy pocos días oí decir a Juan José Millas que una vez estuvo en Zamora. Era verano y aunque había mucha gente por la calle encontró sobriedad, orden, mesura. Estaba sentado en la terraza de un bar tomándose un gin tonic y de pronto le pareció que estaba en cualquier lugar de Centro Europa.

Hoy, yo también tuve esa misma sensación, aunque ni el verano tenga que ver con el invierno, ni el gin tonic saboreado en la terraza de un bar, tenga que ver con el café y el árbol navideño. Estoy en Zamora sí, como en Centro Europa.

(*) Concha Pelayo es escritora y miembro de AECA