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Opinión: “La Columna de Primavera…”

¡Seamos un poco mafiosos... por favor!

Por Primavera Silva Monge (*) – desde Santiago de Chile

Por Primavera Silva Monge (*)
sábado 17 de septiembre de 2016, 01:41h
¡Seamos un poco mafiosos... por favor!

17SEP16.- Después de una loca meditación, he creído concluir que siento una gran admiración por los malos de la película, quienes tienen por sobre los buenos algo fundamental para el crecimiento social y que es la tan ambicionada unidad. Esa unión de las mafias, de los clandestinos, de los “patomalos”, de los uniformados bajo cualquier uniforme de bellaco.

¡Seamos un poco mafiosos... por favor!

Comparando la solidaridad de los mencionados con la de sus opositores, los buenos, a duras penas reconocidos y calladamente esparcidos por el mundo, recién comprendo porqué es bien sabido que las buenas acciones no hacen noticia. Eso sí, existe la posibilidad de ridiculizar a quien se atreviere a cometerla. Para esos efectos están los macacos asociados, que consecuentes con su eficiencia, siempre dejan uno de turno para dichos fines.

¿Por qué las cosas tienen que ser así de feas? ¿Por qué no se puede cambiar?

Una de las causas parece ser la costumbre y algunos dichos desestimulantes tales como: “quien nace chicharra...”, “el oveja negra de la familia”, etc. Otra razón podría ser el que las sociedades modernas y abúlicas parecieran atribuir los cambios sólo a la mujer y considerar las reformas casi-casi un defecto femenino.

A una mujer de cualquier edad, época o función, se le permite cambiar para bien o para mal. Ésta, entra a un salón de belleza y sale rubia, crespa, lisa, lampiña... Se pierde durante el invierno y vuelve ñatita, planchadita o evolucionada de pecho. El ciclón de la moda le luce las piernas, se las oculta, le destapa los pechos o se los aplasta de coberturas. Puede comportarse como una dama en el salón y “como ya sabes” en la cama. Su conducta puede variar entre la de una colegiala traviesa y la de una inspectora de colegio. Tiene licencia para andar idiota por la regla, por el embarazo, la menopausia. Puede ser independiente, chupa sangre, o simplemente mantenida a cambio de hacer las cosas de la casa sin sueldo. Puede optar a empleos que se consideraban rudos y para hombres y aún con todo, puede optar por estar y lucir femenina o masculina si lo desea.

¿Y, qué pasa con los hombres del mismo planeta?

¡Ah! Pobrecitos... A ellos les enseñaron desde chiquititos a ser de una sola línea desde la raya en la cabeza hasta la raya del pantalón. Es por eso que experimentan menos y sufren más. Por ejemplo, no están preparados para la viudez. Si han podido darse cuenta, cuando muere el marido, la mujer pareciera rejuvenecer, sin embargo al revés, el hombre se va de pique al cajón, a la botella o cualquier cosa que lo encierre y le limite las facultades naturales de hacer cosas y cosas… sin límite.

Si bien las mujeres nos descontrolamos con una infidelidad por parte de nuestra pareja, por lo menos lo manejamos con venganzas útiles (como quedarse con todo, hasta con el mejor amigo), hacer un escándalo digno de la Madonna, fingir que se les perdona a la vez que íntimamente se les declara esclavos de por vida, etc. ¿Y ellos qué? Matan y se acabó. No sirvió ni de lección.

La soltería. El hombre, cuando descubre lo que puede hacer con su presita sexual, la explota como mono loco, sumando y sumando adeptas para cuando contraloría le pida cuentas de qué tan macho resultó... o qué tan gastado llegó al matrimonio, que es cuando recién el hombre sabe lo que es la vida. En tanto la mujer, cuando descubre su soltería y logra desprenderse del yugo paterno, se acostumbra y se queda siendo feliz con ella, que incluye muchos más ítems que la mera sexualidad con permiso.

¡Para qué hacer un paralelo con la maternidad...! La paternidad no pareciera tener gran valor para la sociedad en su conjunto. Por ejemplo: Que el hombre se vaya de la casa... bueno, se fue. Pero si la mujer hace lo mismo, “abandona”. ¿Por qué? Obvio, porque se la considera más valiosa. Por eso quizás es tan terrible cuando el hombre queda en el desempleo. Hasta sus pares lo miran en menos. Y si tienen que hacer trabajos menores para sobrevivir, se tiran al suelo, no se bañan más y se declaran obreros. La mujer, hasta para ser asesora doméstica se arregla, se perfuma como puede y mantiene su dignidad.

De la superación de la pobreza mejor ni hablar.

Pero no es culpa de los pobres tipos. Se los limita, como se ha dicho tantas veces ya, desde sus primeros juegos: con pistolitas, autitos y nada más. Ah, y a veces… una pelota. Les dejan de manifiesto, que son las pocas actividades que podrán desarrollar en la adultez. Y a las niñitas: muñecas, o sea, hijitos, además de todo lo que éstas necesitan, como: mamaderas, ropa, pañales, lavadoras, tacitas, ollitas, etc. ¿Cuándo, entonces, los hombrecitos van a practicar para ser buenos padres, cocineros o amos de casa? ¡Vayan a ver a un niño haciéndole arrurrú a una muñeca...! Lo llevan de las mechas al loquero. Anda que un niño quiera tener una colita o un aro como el tío Javier...

-¡Cómo se te ocurre, chiquillo de mierda!

-¿Y cómo el tío?

-Él es grande...

Sin duda, una permisión a futuro. Es que aquello de: “los niños no lloran”, aunque parezca mentira, es una consigna vigente. Pero de adultos se les exige que demuestren sus sentimientos.

Bueno, voy retirándome de esta galería de la incongruencia social en la formación de nuestros hombres, pero me asalta una duda: ¿Algún día, los machos, podrán volver a deshacerse de la corbata?

Para sintetizar, debo advertir con responsabilidad, que aquel hombre que no logra hacer algunos cambios antes de la mayoría de edad (oculto en su laboratorio de crecimiento o en su defecto, portando chaleco contra críticas destructivas) se petrifica en un patrón de conducta limitado, imitado o sencillamente, genéticamente heredado.

Pero esto no es ley. Las buenas personas del mundo podemos unirnos a pesar de todo y apoyar a nuestro sexo débil, ayudarlos a cambiar, dejarlos llorar, dejarlos ser cesantes sin humillarlos, dejarlos tener depre y arreglarse bonitos, enseñarles que ser unidos como pareja no es signo de esclavitud o debilidad masculina. ¡Seamos como mafiosos en la relación conyugal! ¡Hagámoslo por amor! El nuevo siglo requiere nuevas modalidades de conducta; de un renacer humano; de una reestructuración de pautas; de la búsqueda de la felicidad auténtica y consciente.

GLOSARIO
1. patomalos: delincuentes
2. bellaco: malvado extremo
3. uniformados: por antonomasia chilensis (de Chile), los militares, llamados familiarmente "milicos". Uniforme en este sentido, se refiere a la igualdad en el vestir o ejercer la personalidad.
4. solidaridad: cualidad humana extinguida junto con los dinosaurios y los codeudores solidarios.
5. macacos: bellacos
6. nacer chicharra: “y morir cantando”, es un dicho que surge del sonido que emite el insecto llamado cigarra, que canta antes de morir. Pretende sugerir, que quien nace de una determinada manera o circunstancias, se supone llegará a su muerte aferrado a su misma conducta.
7. volverse mono: enloquecer súbitamente
8. presita sexual: pene del hombre

9. arrurrú: Hacer dormir a un recién nacido en los brazos

10. loquero: siquiatra

11. mechas: porción de pelo aún pegada a la cabeza con cerebro.

12. colita: En el texto, se refiere al pelo aprisionado con una atadura en la parte de la nuca.

13. aro: arete, pendiente, perla o colgante de adorno para las orejas, la nariz, los labios y muchas partes insólitas, como por donde se hace pipí.

14. “como ya sabes”: como puta

15. ñatita: con nariz pequeña

(*) Primavera Silva Monge es una escritora chilena, traductora de japonés, ex alumna del prestigioso Instituto Nacional de Santiago de Chile, artesana y socióloga por afición. Sus escritos los redacta referidos principalmente a los temas cotidianos imprimiéndoles una dosis de frescura y cercanía que hacen muy fácil su lectura y comprensión. Su género literario favorito es la novela y el relato o cuento corto.

Primavera Silva Monge (*)

(*) Primavera Silva Monge es una escritora chilena, traductora de japonés, ex alumna del prestigioso Instituto Nacional de Santiago de Chile, artesana y socióloga por afición. Sus escritos los redacta referidos principalmente a los temas cotidianos imprimiéndoles una dosis de frescura y cercanía que hacen muy fácil su lectura y comprensión. Su género literario favorito es la novela y el relato o cuento corto.

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