Una sociedad ideologizada.

Hoy, todo debe tener, al menos, un apellido. Parece que cada movimiento que articulamos ha de ahogarse en un barniz ideológico. Sin ir más lejos, esta semana, el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo número 11 ha tenido el mismo protagonismo que el Vicente Calderón. Como saben ustedes, durante la noche del domingo, el santuario rojiblanco acogió en su seno a las filas hispalenses y condales. Este partido, cuya celebridad existe por ser la final de la Copa del Rey, no ha llegado ausente de polémica. Las polémicas no eran los onces sevillanos o barceloneses; la polémica era algo tan extrafutbolístico como una bandera. Este tema ha colmado los artículos rubricados por gente, como yo, cuyas nociones futbolísticas no superan lo básico. No obstante, han protagonizado este choque el president, la vicepresidenta del Gobierno, el inquilino de la Moncloa, la secretaria de Estado, una cabalgata de opinantes y tertulianos… Y el aficionado del Sevilla F.C o del Barcelona F.C sólo quiere disfrutar, llorar, reír, seguir, vibrar… con los guerreros que lidian coloreados con el estandarte cromático que le representa.

Estas últimas semanas se ha engrosado el número de presuntos delincuentes fiscales. Como una pelota de tenis en un partido, desfilan los nombres de estos presuntos ladrones del fisco envueltos en sus ideales políticos. "Éste de la cuenta B de unos". "Y éste de la Junta y los EREs de los otros". "Pero la ex-alcaldesa y el ex-ministro de los primeros unos". "Sí, pero los artistas de los primeros otros". Y se crea una nube de inocua discusión. Ninguno de esos mangantes —los que realmente lo sean— son representantes de nada; y no se puede hacer bandera a costa de un pillo con corbata o sin ella, con morada en la Moraleja o sin ella. Y hasta en esos estadios de podredumbre ética, muchos no dudan en mendigar carnéts o escudos.

El ejemplo que, empero, más daño hace a mis miopes ojos es la manipulación de la historia. Esa ciencia en cuyo cuerpo se cincela el pasado de la humanidad es prostituida sin tregua. Mismos hechos son narrados de diferentes formas, hasta el punto de hacer creer al contrariado interlocutor que se le han revelado dos acontecimientos distintos. Datos que se han perdido en los torbellinos del tiempo, súbitamente y sin previo aviso, salen a la palestra en una guerra sin cuartel entre unos, otros y los que no son ni unos ni otros.

La ideología es el nuevo credo que profesamos los humanos de estas últimas centurias. Asimismo, en ocasiones creo que no hemos sabido gestionarlas bien. Éstas han sobrepasado los límites circunscritos. Quede claro que las ideologías, como brújula de un individuo, es positivo. Todas las ideologías se crearon como novedad para aunar fuerzas, para construir la quimérica unión y la justicia; y las más recientes bajo los pilares de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad. Pero, ¡ay de nosotros, ideologizados!, que hemos resuelto utilizar nuestros ideales para disputar, para envidiar, para dañar… en gran parte de los rincones de la vida.