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La Rioja, tan cerca

La Rioja, tan cerca

Por A. del Saja (Miembro de FEPET)

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Pocos destinos estarán tan cerca y serán tan apetecibles para los cántabros que  La Rioja. Y es que, es verdad, en dos horas podemos estar disfrutando de “la tierra con nombre de vino” saltando de mesa en mesa y de bodega en bodega. No  afirmamos nada nuevo al decir “que bien se come en La Rioja”. 

La Rioja, tan cerca
La Rioja, tan cerca

La gran mayoría de los visitantes que recibe lo hacen atraídos por el vino y su gastronomía. Calles como la  Laurel y San Juan de la capital riojana o el barrio de la Herradura de Haro son itinerarios que hay que recorrer y, a ser posible, en pandilla para disfrutar aún más de sus bares con sus barras bien surtidas de tapas y  pinchos.

Nosotros, teniendo como base Logroño, iniciamos nuestra excursión de fin de semana  pulsando  el ambiente especial que se respira en sus calles Laurel y San Juan. La primera acostumbra acoger a más clientes foráneos, mientras que los logroñeses se inclinan por la segunda. Visita obligada es, también, al mercado  de abastos de San Blas. Para conocer los productos de la tierra hay que meterse en este recinto,  inaugurado en 1930, donde la combinación de materiales y formas y elementos de diferentes tendencias confieren al edificio un carácter ecléctico, donde la huerta cobra vida y los mostradores se enriquecen con buenas carnes, embutidos, pescados, chacinas, y  frutos secos. Es un lugar que forma parte de la vida de la ciudad y es una gran atracción para los visitantes.

En la capital riojana, a la hora de sentarnos a la mesa hay mucho donde escoger. Nosotros sugerimos dos establecimientos: la Cocina de Ramón y la Taberna Herrerías.

Después de un paseo por sus calles y plazas, si queremos endulzar nuestro paladar, la mejor opción es, sin duda, la pastelería Viena, en la zona de El Espolón, para probar el magnífico chocolate que elabora el maestro pastelero Juan Ángel Rodrigalvarez, que ha sido designado mejor repostero por la Real Academia Española de Gastronomía.

Nos hemos asentado en  Logroño y nos proponemos, como visitas imprescindibles, no dejar de acercarnos a las iglesias de San Bartolomé, Santiago y Santa María de Palacio, sin olvidar, por supuesto, la Concatedral de la Redonda.

Tiene la capital modernos edificios llenos de interés como el ayuntamiento diseñado por Rafael Moneo o Riojaforum, el palacio de congresos.

Pero, hay que ir a Fuenmayor  a darse un homenaje gastronómico en el restaurante Alameda, o a Haro a La Cocina de Ramón, o  Ezcaray al El Portal del Echaurren, o, en fin, a Venta de Moncalvillo en Daroca.

En Calahorra, la ciudad de la verdura, una cita gastronómica ineludible es el Chez Nico y la Cuarta Esquina, además de visitar el Museo de la Verdura. Hay que llegarse, además, a San Salvador de la Sonsierra para degustar la cocina de Casa Toni; o irse hasta Haro para sentarnos a la mesa en el restaurante Las Duelas o acercarnos al Hotel Finca de los Arandillos, en Entrena.

 En La Rioja cada vez hay más bodegas que abren sus puertas al público. Una de ellas es la de Ontañón, donde el vino se da la mano con el arte, gracias a las obras que nos dejó el artista Miguel Sainz, un riojano ilustre y gran conocedor de las civilizaciones mediterráneas. El Museo Bodega Ontañón es un recinto que está abierto a visitas guiadas con notorio acierto, ya que recibe 12.000 al año.

Y no se pude dejar de visitar la bodega Dinastía Vivanco, el Museo de la Cultura del Vino, en la localidad de Briones, que atesora la mejor colección arqueológica y etnográfica. El vino tiene vida y como dicen allí, hay que devolverle al vino  lo que el vino nos ha dado.

Van a hacer ocho años desde que se inauguraron estas singulares instalaciones, un proyecto cultural y enoturistico, que es un referente en la innovación enológica. Durante el recorrido, el visitante puede conocer todos los componentes históricos, tecnológicos, sociales, culturales y artísticos que el vino nos ha legado, con un enfoque didáctico y enriquecedor. Además de a las visitas individuales o colectivas, el recinto  está abierto a congresos y convenciones.

Otra opción es acercarnos a la Rioja Baja, y más concretamente, a Ejea,  en busca de los dinosaurios. Bueno, mejor dicho,  para conocer  a estos animales que poblaron esta zona hace más de 120 millones de años, cuando estaba bañada por el mar.  Cerca del pueblo se pueden observar las huellas dejadas en el terreno por estos animales remarcadas con pintura blanca para una más fácil localización de los visitantes. Allí está, también, el Centro de Interpretación Paleontológica de La Rioja, donde de forma didáctica te facilitan la comprensión de los dinosaurios que poblaron la región en las épocas del Jurásico y Cretácico.

Nos podemos llegar, además,  hasta Enciso y visitar el Centro paleontológico y observar más de 3.000 huellas, o acercarnos  hasta Munilla, disfrutando de sus paisajes serranos, donde se muestra un rastro de 13 metros de longitud formado por 17 huellas de dinosaurio carnívoro. En Valdecevillo, Poyales y Cornado  también nos quedan testimonios.

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