Pero detrás de su color rojo intenso y su piel tersa, se esconde una historia de esfuerzo, técnica y paciencia. En Roquetas de Mar, uno de los principales núcleos hortícolas de Almería, conseguir un buen tomate no es solo cuestión de plantar y regar.
Roquetas es mucho más que sol y turismo. A pocos kilómetros de sus playas se extiende un mar de plástico blanco: miles de hectáreas de invernaderos que, bajo una apariencia homogénea, esconden una de las agriculturas más avanzadas y exigentes de Europa. Entre pepinos, pimientos y berenjenas, el tomate ocupa un lugar especial. Se cultivan múltiples variedades —cherry, pera, rama, rosa...— con distintos destinos y exigencias, principalmente orientadas a la exportación. Roquetas de Mar es uno de los motores agrícolas de Almería, una provincia que exporta tomates a toda Europa. Se estima que en este municipio hay más de 3.000 hectáreas dedicadas a cultivos protegidos. Sus invernaderos, visibles desde el aire como un mar de plástico blanco, esconden un sistema productivo sofisticado donde la tradición convive con la tecnología. Aquí no se improvisa: cada tomate es el resultado de decisiones técnicas, trabajo constante y adaptación al entorno. Gracias a esa modernización, la productividad por hectárea se ha incrementado: en los últimos 25 años pasó de alrededor de 28?toneladas por hectárea a más de 54?toneladas. Y no es sólo cantidad: la apuesta es también por la calidad, la diferenciación, nuevas variedades, mejores envases, logística rápida y mercados exigentes.
El esfuerzo de buena parte de los productores y comercializadores de frutos y hortalizas se centraliza en COEXPHAL, la Asociación de Organizaciones de Productores de Frutas y Hortalizas de la provincia de Almería. Se encuentra formada en la actualidad por más de un centenar de empresas productoras y comercializadoras de frutas y hortalizas y una treintena de empresas del sector ornamental, contando con una representatividad a nivel provincial del 70 % en exportación, el 65 % en producción hortofrutícola y un 78 % en producción ornamental
En los años 60-70 comenzó el impulso del cultivo protegido en Roquetas de Mar. Fue allí donde se realizaron los primeros experimentos con enarenado y con invernaderos cubiertos, lo que permitió alargar y optimizar las temporadas de cultivo. Roquetas de Mar produce toneladas de tomates cada año, y lo hace con una calidad que pocos países pueden igualar. Pero esa calidad no es fruto del azar: es el resultado de décadas de experiencia acumulada, de mejoras tecnológicas y, sobre todo, de una dedicación casi artesanal por parte de los agricultores. De toda la producción hortícola del municipio —tomates, pimientos, pepinos, calabacines y melones, entre otros— los tomates y otras hortalizas juegan un papel clave. Sólo en Roquetas de Mar se producen ya más de 200.000 toneladas al año, cifra que refleja el salto cualitativo y cuantitativo que ha dado la zona en las últimas décadas.
Cuidados especializados
Antonio López comienza su jornada antes del amanecer. Su invernadero de seis mil metros cuadrados, ubicado en la vega interior, es el fruto de más de 30 años de trabajo familiar. “Aquí no hay domingos ni festivos”, dice mientras ajusta una válvula del sistema de riego por goteo. “Cada planta necesita un cuidado distinto según la semana, el clima, la fase de crecimiento. Si te pasas con el agua, el tomate se agrieta; si te quedas corto, no engorda. No puedes fallar”.
Y es que, en un cultivo tan exigente, cada detalle importa. La poda, la ventilación del invernadero, el control de las temperaturas extremas, el tipo de fertilización. Nada queda al azar. Además, en los últimos años, la tecnología ha cambiado las reglas del juego. Sensores en el suelo, estaciones meteorológicas digitales y herramientas de agricultura de precisión permiten tomar decisiones con datos en tiempo real, no con suposiciones. La tecnología ha revolucionado el cultivo del tomate, pero también ha subido el nivel de exigencia. Gracias a estos avances, se pueden prevenir enfermedades, optimizar el uso del agua y mejorar la calidad del producto final.
Uno de los mayores avances ha sido el uso del control biológico. En lugar de pesticidas químicos, se introducen insectos beneficiosos que mantienen a raya a las plagas. Es más caro y requiere más vigilancia, pero el resultado es un tomate más sano y con menor impacto ambiental. También se ha reducido el uso del agua gracias a sistemas inteligentes que distribuyen solo lo necesario, algo fundamental en una zona donde cada gota cuenta.
Peligroso cambio climático
Sin embargo, no todo son avances y buenas noticias. El clima cada vez más impredecible —con inviernos más cálidos y olas de calor fuera de temporada— obliga a adaptar constantemente las técnicas de cultivo. A esto se suma la presión de los mercados. Se exige un producto perfecto, pero los precios que se pagan no siempre cubren los costes. La competencia de países con menores controles afecta, y muchos jóvenes no quieren seguir en esto. No ven un futuro claro. Se pide calidad europea, pero se pagan precios que no cubren los costes. La incertidumbre es parte del día a día, y muchos jóvenes no se animan a continuar la tradición familiar.
La sostenibilidad es otro reto clave. Ser eficientes energéticamente, reducir residuos, y cumplir con exigencias medioambientales sin comprometer la rentabilidad es el gran desafío para las explotaciones familiares. Algunas cooperativas están apostando por certificaciones ecológicas, otras por la diversificación de cultivos, pero la incertidumbre es una constante.
Mejor unidos
En todo caso, para vencer las dificultades, lo mejor es trabajar juntos. Este es el caso de Hortamar que representa bien el modelo de cooperativa hortícola en la zona de Roquetas: agricultores agrupados bajo una estructura que permite acceso a tecnología, negociación colectiva, certificaciones y comercialización. Esto permite a pequeñas explotaciones integrarse en cadenas profesionales sin quedar al margen de los estándares que exige el mercado. Al agruparse, los socios pueden invertir juntos en manipulado, embalado, logística, lo que mejora la trazabilidad y calidad del producto.
La ubicación en Roquetas de Mar le permite estar vinculada al “mar de invernaderos” de Almería, una parte clave del abastecimiento hortícola nacional e internacional. Cooperativas como Hortamar no solo producen para el mercado doméstico, sino que también abastecen la exportación, lo cual exige cumplir normas sanitarias, de calidad y de certificación. Esto refuerza la garantía de que los productos que salen de esta zona tienen un “trato profesional” detrás.
La tecnología al servicio
El Centro de Innovación Tecnológica de COEXPHAL (CIT?COEX) es un ejemplo claro de cómo el sector hortícola de Almería –y en particular el de Roquetas y su entorno– no solo se basa en la producción masiva, sino en la automatización, la I?+?D?+?i, la eficiencia energética y el control total del proceso productivo. Gracias a esto se consigue un control más riguroso de calidad, uso eficiente de agua y energía, mejor manejo de plagas y enfermedades, mayor trazabilidad, menos pérdidas, mejores condiciones para que los productos lleguen al mercado aún más frescos y con garantías.
Una rápida visita al Centro, permite ver técnicos frente a pantallas analizando datos del invernadero, sensores midiendo temperatura/humedad, ingenieros ajustando riego automático en función del estado del cultivo, analistas de laboratorio comprobando que los tomates u hortalizas cumplen los límites legales de residuos fitosanitarios. Entre sus instalaciones está LABCOLOR, destinado a mejorar la comercialización mediante el control de los residuos de plaguicidas, asegurando el cumplimiento de las disposiciones legales nacionales y comunitarias sobre contenidos máximos de estas sustancias.
CIT COEX está trabajando en más de 10 proyectos de I+D+i en los que la inversión que se está ejecutando supera los 7 millones de euros. También promueve y organiza encuentros con expertos, como la reciente Misión Inversa de turismo en experiencias gastronómicas ‘European Food & Tourism Business Connect’, con motivo del nombramiento de Roquetas de Mar como Ciudad Gastronómica, en el que han participado cinco líderes de opinión internacionales especializados en gastronomía, agricultura y sabores. Esta experiencia, enmarcada dentro del programa Pyme Global, cofinanciada por Fondos FEDER, busca sumergir a los invitados en el ecosistema agroalimentario de la región, combinando innovación, sostenibilidad y excelencia culinaria.
De la huerta al mar
Pero, aunque buena parte de la oferta de Roquetas de Mar se centra en la horticultura, su puerto pesquero y la lonja forman otra pieza del ecosistema agroalimentario del municipio que complementa la cadena tierra mar. Así lo describe Gabriel Almat el infatigable alcalde de Roquetas que lleva en el cargo 28 años y ha logrado que en pleno auge de la España vaciada, su localidad haya pasado de 36 vecinos a más de 102.000: “La producción hortícola... y la pesca... son dos de los motores económicos de Roquetas de?Mar”. Aunque la lonja y el puerto están más en el ámbito de la pesca que de la hortaliza, su relevancia radica en que constituyen un “marco” de cómo Roquetas de Mar articula producción agroalimentaria y marítima, además de turismo y gastronomía.
El puerto de Roquetas, que cuenta con instalaciones modernas de pesca, muelle, amarres y la lonja ofrece un volumen desembarcado de cerca de 139.000?kg con una facturación de 2,2?millones de?€. La lonja es punto de subasta, control y salida del producto pesquero, lo que refuerza la trazabilidad y calidad del pescado que luego llegará al mercado o restaurante.
La variedad de pescados que llegan a la lonja y luego a la mesa es muy amplia y allí se juntan con aquellos que provienen de la tierra como los excelentes productos hortofrutícolas de esta comarca, bautizada como la huerta de Europa. El pescado autóctono como el salmonete, breca, pargo, pez espada, lubina, dorada, gallo pedro o gallineta y el marisco como el gambón, cigala, quisquilla, gamba blanca son la base de irresistibles platos que van desde el caldo de pescado, el escabechado, de origen árabe o el arroz aparte, un plato típico marinero único en toda la provincia de Almería. Aunque se pueden cocinar de mil formas hay pescados cuyo sabor es aún mejor si se comen de determinada manera. Así, los entendidos aconsejan que el gallo pedro se deguste frito, la breca y el pargo a la cuajadera, el rodaballo a la plancha y la gallineta en cuajadera o frita.
Algunos de estos manjares y otras especialidades almerienses pueden disfrutarse en los más de un centenar de restaurantes de Roquetas de Mar. Entre los más destacados tres muestras: Taberna Bacus que dirige el joven chef Pablo Fuente y basa su cocina en sus viajes anuales a destinos como Vietnam, Tailandia, Malasia, Singapur, China, Japón y Perú; Chiringuito Nido Playa con la mejor oferta de pescados y mariscos típicos de Roquetas de Mar; Restaurante Alinea con productos de Almería, y de otras partes del mundo. También los muchos hoteles de Roquetas ofrecen una cocina rápida y de calidad, con predominio de arroces y mariscos, como el espectacular Hotel Moon Aguadulce, con jacuzzi en algunas habitaciones y un fantástico spa.
Aunque la lonja y el puerto están más en el ámbito de la pesca que de la hortaliza, su relevancia radica en que constituyen un “marco” de cómo Roquetas de Mar articula producción agroalimentaria y marítima, además de turismo y gastronomía.
La vocación del agricultor sigue siendo fuerte. Hay orgullo en producir un alimento esencial, en saber que sus tomates viajan a supermercados en Alemania, Francia o Escandinavia, y que muchos consumidores reconocen su calidad. La próxima vez que uno vea un tomate perfectamente rojo en su frutería, tal vez deba pensar en lo que no se ve: el sudor del agricultor, las madrugadas frías, los cálculos diarios, la lucha contra plagas, mercados y clima. Porque, efectivamente, conseguir un buen tomate no es tan fácil como parece.
Más información:
https://roquetasdemar.es/
https://ciudadgastronomica.es/roquetas25/
https://www.coexphal.es/