A lo largo de una hora, los asistentes pudieron degustar e intentar emular la labor del jurado, bajo las indicaciones de ambos profesionales. Se degustaron 3 muestras de distintos orujos para apreciar las bondades de cada uno de ellos y poder emitir un juicio crítico en función de los parámetros que allí se explicaron.
Los asistentes pudieron valor las fases de la cata de orujos (visual, olfativa, gustativa y retronasal) emitiendo al final una valoración a mano alzada sobre los productos. Ambos expertos guiaron al público para que dicha valoración fuera ajustada a los criterios de calidad que se explicaron y que se concretan en que la fase visual ha de ser limpio, cristalino y sin ningún tipo de impurezas, ni color.
En la fase nasal han de estar presentes los aromas de la materia prima fresca, a romas a fruta, flores, hierba y toque balsámicos, prestando especial atención a la ausencia de defectos como los olores a cerilla, hongos o pegamento, que serían indicativos de una mala conservación de los orujos.
Ya en la fase gustativa se buscan sensaciones de redondez (o ausencia de aristas), calidez, equilibrio e intensidad, que son indicativos de una buena destilación.
Quedaron patentes las bondades de todas las muestras y su buen hacer.
Bajo un marco de defensa del patrimonio gastronómico, del que forma parte el orujo lebaniego, y atendiendo un consumo responsable, trascurrió la cata, que fue presentada por Javier Hernández de Sande, presidente de la Academia Cántabra de Gastronomía, y que superó todas las previsiones de asistencia de los organizadores.