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Opinión: “La Columna de Primavera…”

Ser extranjero
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Ser extranjero

Por Primavera Silva Monge (*)
martes 23 de octubre de 2018, 00:08h

22OCT18 – SANTIAGO DE CHILE.- La historia ha demostrado en rotativo, que a más de alguien favorece el desorden y la falta de equidad social, como también, que para ciertos sectores, el pueblo sin cultura o instrucción equivale a incalculables dividendos económicos para un pequeño sector de la sociedad.

Ser extranjero

El reciente fin de semana, para celebrar los noventa años de mi gran amiga Chemita, hice la locura de disfrazarme de Geisha, lo cual tomó más o menos dos horas con maquillaje incluido, aparte de otras tres horas para aprender a hacerlo en Internet.

Como la celebración tenía lugar en las afueras de Santiago, no se podía correr el riesgo de que faltara algún implemento para mi presentación canturreada, así que a mi disfraz puesto, con caminada a lo japonesa y todo, se adosaba el parlante móvil del karaoke, el respectivo micrófono y celular con Blue Tooth, recuerditos delicados hechos a mano, cámara fotográfica, trípode, letras de canción para que el público supiera lo que estaba cantando, una maleta con la ropa para la vuelta y una chaqueta, porque me advirtieron que allá hacía mucho frio una vez que se ponía el sol (gracias Naty). Por último, me aseguré de que también llevaba a mi marido y llamamos al servicio de autos de una nueva aplicación muy económica, recién entrando en competencia (gracias Bea).

A mi usual capacidad de distracción, se sumó que el servicio resultó ser muy bueno y al llamarlos fue como abrir la puerta, decir “¡Hey!” y apareció. Lo malo fue que como siempre, mi puerta estaba en el piso diecinueve y si uno no está en cinco minutos al lado del auto, éste se va. Esa advertencia fue atemorizante y estresante, porque llegar al primer piso a veces nos toma quince minutos apurados. Considerando que mi tarea de fin de semana consistía en liberar el estrés acumulado y no sumar más, partimos con todo lo necesario, y ya nombrado, escaleras abajo. ¡Uf!

Una vez abordo, a disfrutar el hermoso camino y relajarse… hasta descubrir que la buena Ley de Murphy nos hacía compañía. Casi llegando a destino, es decir dos horas más tarde, recordé que en el refrigerador se nos había quedado la parte azucarada de la contribución fiestera. Pero… ¡Fuera estrés! Llamé a mi cómplice para preguntar en qué parte del paraíso de Padre Hurtado había un supermercado y listo.

Ya posesionada de mi personaje, fuera de toda norma de nobleza y decencia, le propuse al chofer que se desviara del camino en términos muy persuasivos, lo cual hizo sin problemas. Compré lo necesario y al querer volver al camino que nos llevaría a destino, el mijo extranjero, como corresponde a buen chofer de aplicaciones, se equivocó y volvimos una hora atrás en el camino, con pago repetido de peaje y todo. El pobre conductor estaba casi calcinado de furia por la falta de retornos adecuados en la autopista.

Bueno, el asunto es que cuando me bajé en el súper, sentí por un buen rato lo que era ser extranjera en mi país: Todas las miradas puesta en mí, con y sin disimulo, como luminarias de televisión. Me trataban con una amabilidad casi tontorrona, hablándome lento, cortando las palabras en sílabas y en tono más alto de lo habitual, como para hacerse entender por esta vieja “prostituta japonesa”. Pero con todo, deduzco que les caí bien. Los niños también se vieron alucinados con mi caminar medido en pulgadas de avance, más mi boquita de cereza. No me fue nada de mal con el trato nacional hacia el extranjero como en tiempos pasados, en que me consta el maltrato que sufrían, especialmente los asiáticos discriminados hasta el absurdo.

Por otro lado, algo que no tiene nada que ver con la discriminación al extranjero, fue la acogida del resto de los invitados a la celebración, a quienes convencimos de que fui timada cuando me advirtieron que sería una fiesta de disfraces. Aunque por amabilidad trataron de obviar mi trance, no pudieron ocultar la risa a carcajadas en cuanto me vieron y más cuando reclamé por el supuesto engaño, siendo la única disfrazada (yo cantaría una canción japonesa y como no lo hago bien, debía apoyarme en mayor producción).

Volviendo al tema del extranjero, da mucha tristeza el que muchos extranjeros que han llegado al país, sin preparación para salir adelante, han roto sus sueños de cambios o crecimiento. Malamente informados, ahora volverán a su patria más desarmados que al partir en busca de una ilusión inyectada por seres inescrupulosos, quizás en busca de futuros esclavos.

La falta de empleo y oportunidades en cualquier país, cual armamentismo casero, actúa como tiros salidos por la culata, con una violencia social que, entre otras cosas, así como sucede a los extranjeros en nuestra tierra, también ha empujado a muchos compatriotas chilenos a traspasar los límites geográficos con sueños inocentes y esperanzas forzosas, que emergen de sus crecidas pérdidas nacionales para llegar a vivir la misma miseria que en su patria… pero con acento extranjero.

(Primavera internacional)

Primavera Silva Monge (*)

(*) Primavera Silva Monge es una escritora chilena, traductora de japonés, ex alumna del prestigioso Instituto Nacional de Santiago de Chile, artesana y socióloga por afición. Sus escritos los redacta referidos principalmente a los temas cotidianos imprimiéndoles una dosis de frescura y cercanía que hacen muy fácil su lectura y comprensión. Su género literario favorito es la novela y el relato o cuento corto.

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