No quiso sacarla de aquel momento y se devolvió echando una mirada de reojo hacia la mesa del comedor, donde reposaban unas cuantas botellas de vino completamente vacías. Sólo las plantas, en secreta complicidad, sabían qué había ocurrido antes de que él volviera a su casa.
Debió haber sido una jornada muy singular, que él mismo no hubiera querido presenciar ni mucho menos protagonizar. Ya nada era siquiera como el día anterior, parecía que la furia de un huracán se hubiera apropiado del ambiente. De pronto, un pequeño ruido la alertó y al verlo se espantó grandemente. Pudo darse cuenta de que la hora había pasado sin que lo notara y de inmediato se sintió mal de que él la hubiese encontrado en ese deplorable estado… sudada, agotada y con esas ganas de cambiar su mundo por completo, sin considerarlo. Él estaba bastante ocupado para entonces…
La mujer entró a la sala y también miró las botellas, tratando de adivinar si acaso él las habría visto… Ambos en silencio a duras penas se rozaron los labios a modo de saludo, cuando ella salió corriendo hacia el baño. El hombre, absolutamente sorprendido con la situación, tratando de adivinar cómo con tan poco, ella pudo haber hecho aquello que se evidenciaba frente a sus ojos… No quiso ni pensar en cómo se llegó a ese estado. Le desesperaba el sólo imaginar haber estado allí. Un poco aturdido con la observación más detallada, no le dio más vueltas y casi a hurtadillas buscó su cámara para perpetuar aquel espectáculo…
(Primavera Silva Monge – 09 de diciembre de 2016)
(*) Primavera Silva Monge es una escritora chilena, traductora de japonés, ex alumna del prestigioso Instituto Nacional de Santiago de Chile, artesana y socióloga por afición. Sus escritos los redacta referidos principalmente a los temas cotidianos imprimiéndoles una dosis de frescura y cercanía que hacen muy fácil su lectura y comprensión. Su género literario favorito es la novela y el relato o cuento corto.