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Opinión: “La columna de Primavera…”

Mi aventura con Felipe de Edimburgo

A propósito de Monarquías...

Por Primavera Silva Monge (*)
miércoles 03 de agosto de 2016, 01:12h
Mi aventura con Felipe de Edimburgo

Por Primavera Silva Monge – Desde Santiago de Chile

03AGO-16.- Corrían los años 60 y me preparaba a recibirlo, con el conocimiento y complicidad de varios testigos cercanos y otros no tanto, que colaboraron en el encuentro. Había cierta rigidez en el ambiente, se sabía que venía con su esposa. Yo no dejaba de pensar en él en ningún momento, contravenía las reglas de mi familia y de mi colegio, pero decidí desobedecer.

La foto de 'mi encuentro' con Felipe de Edimburgo, que hago pública casi 50 años después...
La foto de "mi encuentro" con Felipe de Edimburgo, que hago pública casi 50 años después...

Abiertamente, me propuse obtener de él, aquello que ni las más atrevidas féminas de la época hubieran osado. Las reglas eran reglas y tratándose de la monarquía británica, mejor ni pensar en romperlas. Nadie podía ni debía quebrarlas. Sin embargo, mi imprudencia e irresponsabilidad fueron mayores y decidí que mi aventura la viviría al cien por ciento.

El Príncipe Felipe de Edimburgo, Inglaterra, estaría por fin a mi lado. Si bien nuestro encuentro debía ser fugaz, por sus protocolares compromisos, para mí, aquel precioso tiempo debería dejarme satisfecha por toda mi vida lejos de él y aunque nos separaban casi cuarenta años, su belleza masculina bien valía la pena atraparla y asirla a mi historia para siempre.

Era mucho lo que ponía en juego y aunque mi plan estaba bien elaborado, su mujer no dejaba de ser un obstáculo, que abierta y claramente se interponía entre él y mi evidente objetivo, oculto en mi pecho de niña inocente aún, que palpitaba cada vez más aceleradamente cuando se acercaba el momento de nuestro encuentro, que según establecieron nuestros cómplices, fue en un lugar lejano y semi campestre.

Por esos entonces, mi padre vivía en Estados Unidos, lo cual permitió que adquiriera de mi hogar y sin mediar permiso alguno, ciertas herramientas destinadas, en esos entonces, solamente para los adultos. Talvez aquello me haría lucir mayor. Acudir al encuentro sin que mi colegio lo notara, no fue una tarea fácil, sin embargo, se daba la coincidencia, que siendo un establecimiento británico, por esos días, en que los representantes de la Monarquía Inglesa visitaban formalmente al país, las ocupaciones propias del centro educacional, así como el control de la disciplina y asistencia, se distendieron lo suficiente como para consolidar mi descabellado proyecto: Mi encuentro con el Príncipe y obtener de él algo preciado que recordaría durante toda mi vida. Aunque en aquella época no era, ni fue mi intención separarlo de la Reina Isabel II, su esposa, el destino quiso que así fuera, al menos por un largo período, como lo son casi cincuenta años, de mantener este relato sin revelar públicamente.

Mi colegio, British High School, junto a otros colegios ingleses, acudió a un lugar común para recibir a los monarcas de Inglaterra, que visitaban nuestro país y otros de América Latina. A la voz de prohibición de llevar cámaras fotográficas, me motivé para contravenir las reglas, como siempre, cuando no me parecen con contenido lógico o justo. En mi época, ver de cerca a personalidades ilustres, era una oportunidad muy escasa para la clase media, así como para los años sesenta, no todo el mundo tenía cámaras fotográficas como es hoy en día. Sin embargo, mi padre nos enviaba algunas de regalo para el hogar, proveyéndonos de vez en cuando con los adelantos, en circunstancias que en la familia éramos todos amantes de la fotografía.

Aquel día del encuentro, pasaron varias horas a contar desde las siete de la mañana, hora a la que hicimos ingreso al inmenso colegio anfitrión. De vez en cuando, a modo de ánimo, se daban ciertas falsas alarmas acerca de la proximidad de las visitas. Estos anuncios que aceleraban el pulso, se enmarcaban con la disciplinada supervisión de las filas, que debían mantenerse silenciosas y rígidas, ordenadas y prolijas. Todo aquello, más la fatiga, el sol del medio día y más, amenazaban con hacer ceder las rodillas, que afirmaban nuestra rigidez al estilo británico. De pronto, en un automóvil Ford, oscuro y descapotado, la Reina y su consorte el Príncipe, hacen su esperada entrada a los jardines. El latir de mi corazón golpeaba fuertemente su marco y su sonido parecía hacer eco por mi torrente sanguíneo. No sé en qué momento pude sacar el disparador de su escondite, pero recuerdo haber enfocado a mi Príncipe esperado, sin volver a tener conciencia de mi persona hasta altas horas de la tarde, ya en mi colegio y muy lejos de los hechos, cuando despertara frente a una multitud de profesores y encargados, que me miraban como a una extraterrestre. Más tarde, la fuerza del regaño y la opresión, afortunadamente no tuvieron la energía suficiente que permitiera el vejamen, que a mis ocho años de edad hubiera significado el que me hubiesen requisado la cámara fotográfica y su oculto tesoro. Por extraño milagro y abismante descuido de las autoridades, aún permanecían entre mis ropas y hoy, casi cinco décadas después, pude exhibirla ante ustedes.

(Primavera Silva Monge -Lady Pi– Santiago de Chile, 02 de agosto de 2016)

Primavera Silva Monge (*)

(*) Primavera Silva Monge es una escritora chilena, traductora de japonés, ex alumna del prestigioso Instituto Nacional de Santiago de Chile, artesana y socióloga por afición. Sus escritos los redacta referidos principalmente a los temas cotidianos imprimiéndoles una dosis de frescura y cercanía que hacen muy fácil su lectura y comprensión. Su género literario favorito es la novela y el relato o cuento corto.

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