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En junio más de 200 000 personas marcharon por las calles de Budapest en el desfile del Orgullo Gay.
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En junio más de 200 000 personas marcharon por las calles de Budapest en el desfile del Orgullo Gay.

Los alcaldes de las grandes ciudades: un dique frente al populismo de derechas

Por Ignacio Vasallo
sábado 20 de septiembre de 2025, 01:19h

19SEP25 -MADRID.- El último fin de semana de junio más de 200 000 personas marcharon por las calles de Budapest en el desfile del Orgullo. A pesar de que el primer ministro Viktor Orbán había vetado la celebración, el alcalde de la capital, Gergely Karácsony, no se dejó amilanar y autorizó la marcha. Entre los asistentes había unos 70 eurodiputados y numerosos políticos de izquierda de distintos países europeos. La escena fue un símbolo de algo profundo: en un momento de avance de la extrema derecha en muchos países, los alcaldes de las grandes ciudades se están consolidando como una barrera de contención liberal y progresista.

Frente al giro conservador tanto en Europa como en Estados Unidos, los alcaldes forman un bloque distinto. Mientras partidos populistas de derechas arrasan en elecciones nacionales, las candidaturas progresistas ganan a nivel local. Una de las razones es que los alcaldes, por definición, tienen que gobernar lo cotidiano: el transporte público, la recogida de basuras o el orden urbano. Para eso no sirven los discursos inflamados ni las promesas vagas. Lo que se necesita es gestión eficaz. Y, por lo general, los políticos más radicales no están interesados en esos trabajos aburridos.

Un repaso al mapa europeo lo demuestra. París, Marsella, Lyon, Nantes, Estrasburgo… todas ellas tienen alcaldes o alcaldesas de izquierda o centroizquierda. Anne Hidalgo lleva diez años al frente de la capital francesa. Cuando intentó saltar a la política nacional fracasó. El caso no es único: Olaf Scholz, fue durante siete años alcalde de Hamburgo con buena reputación, pero su liderazgo nacional decepcionó. Ser un buen alcalde no garantiza triunfar en la política nacional.

También en Europa del Este, donde el autoritarismo ha avanzado con fuerza, los alcaldes de capitales como Praga, Bratislava, Varsovia o Budapest resisten desde posturas más abiertas y europeístas. En mayo de este año, el alcalde centrista de Bucarest, Nicușor Dan ganó las elecciones presidenciales a George Simion, de la extrema derecha , que soltaba discursos sobre Donald Trump y la política internacional. Dan, en cambio, hablaba de lo que importaba a sus vecinos: los atascos, la contaminación, el transporte público.

En Italia frente a un gobierno de extrema derecha hay alcaldes de izquierdas o de alianzas progresistas en Roma, Milán, Génova, Bolonia, Nápoles, Florencia y otras. Antonio Costa, construyó su carrera política desde la alcaldía de Lisboa, que ocupó durante ocho años. En sentido contrario, Bart De Wever, nacionalista flamenco, considerado hace una década un político de extrema derecha, ha moderado su perfil después de doce años como alcalde de Amberes, antes de ser nombrado primer ministro belga en junio. En Turquía, el alcalde de Estambul, Ekrem İmamoğlu, ha sido uno de los pocos contrapesos al poder de Recep Tayyip Erdoğan. Su popularidad le convirtió en una amenaza real para el presidente, que respondió con un proceso judicial que ha acabado con İmamoğlu condenado a prisión.

En Estados Unidos, el contraste es incluso más marcado. Mientras el país se desliza hacia la derecha , casi todas las grandes ciudades —de Nueva York a Los Ángeles, pasando por Chicago, San Francisco, Washington DC o Seattle— están gobernadas por alcaldes demócratas. En las recientes primarias demócratas de Nueva York, celebradas hace apenas unas semanas, ganó Zoran Mandavi un joven musulmán de 33 años, declarado socialista democrático, que pone el foco en la vivienda asequible, el racismo sistémico y el acceso equitativo a los servicios básicos. El contraste con la América rural y ultraconservadora del movimiento MAGA (Make America Great Again) es total.

Las capitales suelen ser las partes más ricas, dinámicas y diversas de sus países. Albergan una gran concentración de población joven, migrante, educada y cosmopolita. Son centros de innovación y cultura. Y sus ciudadanos tienden a votar con criterios más pragmáticos y menos identitarios. La ideología no llena los baches .

Hay una paradoja en todo esto. Mientras los populistas de derechas ganan elecciones apelando a la nostalgia, al miedo o al enfrentamiento identitario, son incapaces —o simplemente no quieren— hacerse cargo de los asuntos reales de las grandes ciudades. Muchos ni siquiera presentan candidatos en las elecciones municipales, dejando ese espacio a la izquierda. Cuando lo hacen, sus discursos extremos suelen fracasar ante las exigencias prácticas del día a día.

En España, como en tantas otras cosas, vamos por libre. Las grandes ciudades tienen alcaldes de distinto signo, aunque la tendencia reciente, con la excepción de Barcelona ha sido hacia un desplazamiento hacia el centro o la derecha. Pero aquí también se ha visto que los alcaldes exitosos son los que se centran en la gestión y no en la propaganda.

La política local es el último bastión del sentido común frente a la polarización ideológica. En tiempos de radicalismo creciente, los alcaldes de las grandes ciudades representan una política más pegada al suelo. Más aburrida, quizás, pero también más útil.

Fuente Foto: El Heradldo de Puebla

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