Lina siempre ocultó su vida privada. No tuvo amores, no se casó, no tuvo hijos, no disfrutó de la familia; primero falleció su querido padre, después fue su madre la que desfiló y una de sus hermanas. Más adelante tuvo ella desprendimiento de retina, de la que se curó, a continuación falleció su hermano y famoso compañero que llevaba sus negocios y la gestión del Teatro de La Latina, su teatro, pues Lina era una chicuela castiza y madrileña del barrio de La Latina, de la capital.
Se esforzó muchísimo, llego a ser una figura chaplinesca mil veces mejor que Edith Piaf y que Marlene Dietrich, pero claro, era madrileña cercana a Lavapiés y no tenía dinero ni cultura superior. A mi modo de ver superó a todas éstas pero el Gobierno de España la negó siempre los honores nacionales que se merecía.
Era discreta, muy discreta, ocultaba sus penas y siguió luchando hasta que extenuada y enferma dejó de asistir a su querido teatro.
Yo como buen madrileño y artista como ella que la admiraba y quería, sentí con preocupación su hospitalización en el Hospital de la Beata, así uno, dos y tres meses, hasta que un día su chofer y heredero legítimo nos anunció su defunción.
Ahora Televisión Española en boca de Ana García Obregón y Raúl Sender anuncian que murió de la enfermedad que no quiero repetir, pero que anunciaron a bombo y platillo a una hora de audiencia importante; una vileza repugnante que mancha el honor de Televisión Española y de todos nosotros, porque Lina Morgan era muy superior a Ana García Obregón, a Chema Yuste, a Ana Diosdado a Manolo Gallardo a Maite Blasco, a Adolfo Marsillach y a mí. Solo quiero que todos sepamos que en España solo se premia a los dramáticos como yo y no a los cómicos, cuando es de dominio público que “es mucho más difícil hace reír que hacer llorar”.
Bien, Lina Morgan, la gran Lina, ha hecho mutis por el foro sin apenas quejarse, para ahora pagarla con ésta vil moneda.
Ana Obregón, por su parte ha sido una niña bien, ricacha de padres opulentos, que ha recibido toda la ayuda de la empresa pública y privada, se ha colado como niña bien que era en el mundo del espectáculo y ha llegado a triunfar y a brillar por méritos propios, pero no la comparemos por favor con Lina Morgan a pesar de que ambas trabajaran en “Hotel Royal Manzanares”.
En cuanto a mí, ya lo ven. Nací enfermo de la espalda, tumbado en un lecho d escayola. Contemplé el universo mundo y creí siempre en un Ser Superior que lo habitaba y que lo creaba. Leí con frenesí libros y libros durante siete años a siete horas diarias, me dieron el Premio Nacional y todos los premios existentes, no como en el caso de Lina. Fui honrado por el Gobierno de la dictadura y respetado y querido por el de la democracia. Ahora en mi vejez ya no brillo como cuando era joven y saludaba desde los escenarios de la Red Nacional y de la Comunidad. Ahora tullido como al principio, con andador y en silla de ruedas, recuerdo con placer toda mi vida literaria, compañero y colega de Lina Morgan y de Ana G. Obregón. Las deseo a ambas lo mejor allá donde se encuentren y envío un beso a los cielos donde sé que voy a estar, pues sé que mi luz, nuestra luz cenital de estrellas del espectáculo ha sido algo efímera, y solo espero brillar de nuevo en la paz del Señor, en el más grandioso de los espectáculos, el de la eternidad del “Mundo de lo Invisible”, allá donde viajamos y viajaremos siempre los bienaventurados.
Si (
No(
