Germán Ubillos vuelve a estrenar una obra de teatro en Madrid

En 1973 Ubillos estaba prácticamente en la cúspide de su prolífica carrera como dramaturgo y novelista. “El Reinado de los Lobos” contó en su día con el auspicio de una Beca que indudablemente, contribuyó al feliz término de aquella obra que por ese entonces, ya llamó poderosamente la atención de críticos y entendidos. Producida algunos años más tarde para televisión, fue exhibida dentro del espacio de Estudio 1 en 1984 año en que Ubillos, trabajaba como guionista para TVE.

Decíamos al comienzo que Ubillos ha conseguido algo que no es común en estos días: estrenar dos obras en un mismo año y dos obras que poco o nada en común tienen excepción hecha de estar dirigidas por el mismo director (Ángel Borge), estrenarse en el mismo Teatro (Victoria) y desarrollarse ambas, en un escenario minimalista y que pese a los casi 50 años que median entre ambas, guardan en el desarrollo de la trama algunas similitudes: la lucha entre las tensiones que cada personaje lleva consigo como una pesada carga de la cual quiere desprenderse.

La mayor diferencia entre el último estreno de Ubillos (“El Reinado de los Lobos”) y el anterior (“Evelyn y John”) es la fuerza dramática que consigue la trama de ambas puestas en escena. Mientras (en mi particular opinión) “Evelyn y John” diluye su fuerza dramática con rasgos y pinceladas de comedia, en “El Reinado de los Lobos” la tensión y el drama aparecen en el primer momento del desarrollo y permanecen durante los 92 minutos que dura la obra sin que en ningún momento decaiga la carga emocional que hábilmente, transmiten cada uno de los personajes.

La trama de “El Reinado de los Lobos” es en si misma, sencilla (lo que no significa que sea simple) y es perfectamente extrapolable a cualquier tiempo y lugar y es en este detalle donde creo que la obra de Ubillos, alcanza su cénit: solo las grandes obras consiguen intemporalidad y resultarán vigentes aun pasen 50 o más años desde su primera puesta en escena.

En un escenario minimalista -ya lo dijimos- que representa el salón de una casa que suponemos va evolucionando a mejor según discurre la trama, se desarrolla la sorda tensión existente entre un padre autoritario, egoísta, machista (¿misógino más propiamente?) y conservador al extremo de negar cualquier capacidad de decisión propia a sus hijos que, muy lejos de querer disfrutar de la fortuna y cómoda posición económica que ha conseguido el padre a fuerza de sacrificar todo y a todos, prefieren buscar “sus habichuelas” por cuenta propia situación que enardece y exaspera al padre quién obstinadamente, razona que es el dinero lo único que realmente importa en esta vida a costa de cualquier cosa o lo que sea.

La trama va desvelando poco a poco y valiéndose de hábiles escenas de flash back, el espectador va enterándose de las distintas situaciones que han derivado en la ruda confrontación del presente entre los dos hijos varones y su padre; enfrentamiento en el que la arista más ruda la provoca el hijo que tiene como propósito vital, ser un artista y vivir de ello.

La parte contemporizadora en esta lucha sin cuartel entre los dos hijos y su padre la pondrá la hermanastra de ambos quién – en el momento más dramático de la obra- se verá enfrentada a la disyuntiva de odiar a su padrastro o compadecerlo y perdonarlo por una terrible confesión que le hace el patriarca. Finalmente triunfa su “lado bueno” y lo perdona por haberle revelado el secreto que el viejo ha llevado –lacerándole el alma- durante muchos, largos y pesados años.

El enfrentamiento del ya envejecido padre con sus dos hijos y las conversaciones con su hijastra, permiten lo mejores y más certeros diálogos de la obra y mantienen en todo momento la tensión dramática hasta desembocar en un final inesperado (pero no menos merecido) para el viejo cascarrabias que al final de su vida, cae en la cuenta que sus muchos años dedicados sólo a trabajar y a acumular riquezas, no valen de nada cuando la salud falla y la inexorable “rueda de la vida” en su eterno girar te pasa la cuenta por tus actos.

La obra tiene una buena puesta en escena: diálogos ágiles, buen ritmo de continuidad y muy bien resueltas (casi de modo cinematográfico) las escenas de “vuelta atrás” en el tiempo para la mejor compresión de la trama. En esta ocasión, el director Ángel Borge y al igual que sus colegas Hitchcock y Quentin Tarantino, reserva para si un pequeño papel mediante el cual y al final de la obra, da “la puntilla” al envejecido patriarca cumpliendo así el “karma” que según dicen, traen consigo todas y cada una de las acciones de nuestra vida mortal.

“El Reinado de los Lobos”, absolutamente recomendable.

Ficha Técnica

• “El Reinado de los Lobos”, de Germán Ubillos Orsolich (Premio Nacional de Teatro)
• Adaptación y Dirección: Ángel Borge
• Ambientación: C. Larios
• Efectos Musicales: A. Martínez
• Iluminación: Luis Muñoz
• Jefe de Producción: Ángel Moyano
• Ayudante de Dirección: Germán Ubillos

Reparto

• Higinio Bersoza, Lupe L. Alonso, Rafael Paradelo, Antonio Martínez, Lorena Martos, Carlos Vásquez, Ángel Borge, Charlie Larios

Teatro Victoria, c/ delPez, 17 – 28004 Madrid - Noviciado o Callao

• Sábados 19 y 26 de Noviembre a las 19,00 hrs