Opinión

El cielo azul de mi casa

Opinión: “Mi Pequeño Manhattan...”

Germán Ubillos Orsolich | Viernes 22 de abril de 2022

21ABR22 – MADRID.- El cielo azul de mi casa es deslumbrante y casi cegador, incluso los días de invierno. Sobre unas tejas rojas del Madrid de los Austrias, se dibuja en un azul diáfano e inefable. Pero lo separa un ventanal traslúcido de mi apartamento de primera categoría, comprado cuando mi padre vivía, en la calle Conde Duque; solo que da a la calle Manuel, silenciosa y sin circulación alguna.



De vez en cuando navegan bajo él nubecillas inofensivas o cúmulos algo más compactos; cirros, cúmulos y nimbos que estudiara yo en mi ya lejana infancia.

A propósito, cuando eres muy mayor lo ocurrido entre los sesenta y los setenta y cinco años te hace olvidar el resto. Eres como una momia sin memoria que hubiese sobrevivido a una hecatombe nuclear.

En la cercanía de los ochenta años vuelves a recordar, pero si echas la mirada hacia atrás rememoras unos hechos sobrecogedores ocurridos como en otra galaxia o en la prehistoria, cuando los mamuts y los dinosaurios poblaban la tierra. Esto hace que te estremezcas y sientas algo de pavor.

Junto a mí, la Biblia regalada por un tío de mi esposa, está para recordarme quien soy y a dónde voy. ¿Qué sería de mí sin ella?: Una horrible pesadilla.

Así, inválido, casi parapléjico, sentado en mi butaca roja comprada al efecto, y con el viejo andador al alcance de la mano - la silla de ruedas a la vuelta de la esquina -, me parece no solo estar bastante bien, pues no tengo dolores, sino que escribo e imagino que sigo siendo yo, un famoso escritor. ¿Pero qué soy?, no lo sé aunque lo intuya; un viejo autor que algún día lejano fui joven y degustó las mieles y los placeres de aquella época florida. Mi psiquiatra (uno de ellos) me ayuda a seguir viviendo, y un hombre Santo entre los Santos clavado en una cruz, a recordarme que aunque la tenga tan cerca no voy a morir para siempre, pues el que come su carne y bebe su sangre él mismo le resucitará para la vida eterna.

Ese es el secreto por el cual mi vida se hace soportable.

Y ahora el cielo azul de este planeta mío se ha cubierto parcialmente de nubes, cúmulos parecidos a los cirros sin serlos. Y esta noche tengo un partido del Madrid con el Osasuna de Pamplona, que no me lo quiero perder.