Opinión

Los amigos. El final. Chicho Ibáñez Serrador

Opinión: “Mi Pequeño Manhattan…”

Germán Ubillos Orsolich | Martes 11 de junio de 2019

11JUAN19 – MADRID.- Como al final de toda ópera, de todo concierto, de toda obra digna de ser escuchada o leída, la vida humana termina así, con un revival de recuerdos, con unos acontecimientos cíclicos y simbólicos que no hacen sino recordar el principio de todo, cuando vinimos a este mundo y así nos vamos también, pues a pesar de haber llorado mucho no nos querríamos marchar jamás.



Este sueño, este señuelo, ésta trampa tiene tal ambrosía, tales argucias y señuelos que no hay quien no desee seguir viviendo aunque pase hambre, frío y luto, o esté hecho polvo. Somos como los funcionarios de toda la vida, tenemos miedo al cambio, preferimos malo conocido que bueno por conocer. Somos constitutivamente caguetas y esencialmente conservadores. El comerciante mezquino y el funcionario cobarde, dice mi obra “La Tienda”, el Vademécum de aquel joven escritor airado y audaz, cuando los escritores estaban acostumbrados a una vida austera y ordenada, parca y con censores en el horizonte. Cuando el “Un, Dos, Tres” de quien se acaba de ausentar compartía espacio en blanco y negro con el “Espacio Novela” de un servidor o el “Estudio 1” y “Hora Once”o “Teatro Breve”, que acercaba a los hogares la belleza y la verdad.

Otro mundo muy distinto, diferente, con los bigotes de José María Iñigo en los Telediarios – también ausente – y Manuel Pérez, el productor (tantas veces en su casa) descubriendo o lanzando a Ornella Mutti y a Rocío Dúrcal, mientras un servidor atravesaba en su MINI blanco - techo grosella, la Casa de Campo muy de mañana rumbo a Prado del Rey, a llevar sus guiones casi todos los meses para José María Rincón o a Carlos Gortari, Jefes de Dramáticos, y se cruzaba en los pasillos del edificio banco y cuadrangular con Mayrata O´Visiedo, o con Juan Diego, o Luis Prendes y Alberto Closas a quienes saludaba con un gesto de cabeza.

Demasiado joven, sí, demasiado feliz, ensimismado e ingenuo, ignorante quizá de que vendrían tiempos más difíciles y oscuros. Ahora que en “Star Fims” despachaba con Manuel Pérez el productor de voz ronca, en su despacho de la Glorieta de los Delfines, en presencia de Pedro Lazaga y Juan Cobos o Migue Rubio, con sus zapatos burdeos de tafilete tan elegantes. Mucho antes aún que apareciera Garci. En una época cristalizada en ámbar como era el cuento de Blanca Nieves.

Por eso ayer, cuando mi mujer poniendo la radio y escuchando las noticias sobre la muerte de Chicho pusieron la banda sonora y la sintonía del “Un, Dos, Tres”, todo aquel mundo incomparable se me vino encima, y me puse a llorar desconsoladamente.