Ya adentrado en la segunda mitad de mi tiempo, haciendo un inventario de lo vivido, me doy cuenta que me he pasado toda la vida “jugando a ser feliz”.
Toda una existencia tratando de estar bien y bien con los demás. Tratando de conciliar una sonrisa con mi entorno diario.
A uno se le va la vida intentando solucionar problemas, conseguir objetivos, lograr metas, establecer conductas, enjuiciar errores y paralelo a ello, buscar la felicidad…
Y en esa búsqueda muchas veces sacrificamos grandes cosas; como por ejemplo precisamente… ser felices.
Vivimos en un mundo rodeado de desgracias, tantas… que no nos dejan muchas veces dimensionar y disfrutar las instancias positivas. La gran mayoría sufre por “la mitad vacía del vaso”; pero vaya como me ha servido en la vida hacer uso de “la mitad llena del vaso”.
Hasta que llegará el día en que te des cuenta que esa supuesta felicidad que buscabas, no estaba en las cosas, ni en las personas; sino que estaba en el interior de tu propio ser… y comprenderás que lo que hasta ayer llamaste felicidad… no la era tal. Sólo fue la introducción a tu felicidad real.
Me tomó el breve tiempo de 58 años comprenderlo…