I D E A S
Miércoles 22 de octubre de 2014
Siempre se ha recomendado guardar las apariencias.
Si guardarlas puede parecer una hipocresía, no guardarlas resulta, casi inevitablemente, una desconsideración.
O peor.
Por ejemplo: el Dr. Jekyll, durante el día, no permitía que se manifestara Hyde, que inhibido permanecía en la penumbra de su personalidad.
Hacía bien.
El profesor sesudo, el juez severo, el cirujano, el divo, o el presidente de un consejo de administración, procuran (y está bien que así lo hagan) ocultar el miedo al error, la inseguridad, la impaciencia, la cólera, la desazón o la frustración que a menudo sienten.
Sí; bien pensado, es mejor guardar las apariencias.