Hoy se ha vivido en mi país al ritmo de “la noticia del día”. Los canales de televisión han llenado sus espacios con noticias a las que yo llamaría de “la ola al minuto”.
Todo el día se ha informado con despachos en vivo acerca del comportamiento del mar, según progresa la onda marina procedente desde Japón y secundaria al lamentable y devastador tsunami que allí ocurrió. Ha sido el seguimiento tecnológico de tal cabalgata acuática. La gente en las calles, no hablaba de otra cosa. Ayer había subido la bencina en $17 por litro, pero hoy ya nadie lo recordaba. Pareciera que las megacatástrofes, minimizan las catástrofes personales.
He tenido la percepción que ha sido un día marcado por una expectación un tanto frívola. Escuché comentarios como: -“Tengo que llegar temprano a la casa para alcanzar a ver las olas”. –“¿A que hora llegan las olas a Chile para estar atento a la televisión?”. –“Ojalá que las olas lleguen con luz del día, para que se puedan ver bien las imágenes”.
No puede ser… ¡Por Dios! Si no es un evento, no es una final de liga, no es una boda real. Es la televisación de la muerte.
Tal vez haya más de alguien que compró un botelloncito, o hizo un asado con amigos para presenciar tan “magno evento”.