Sociedad

El mundo se estanca: el fin de las potencias ascendentes

Imagen de referencia. (Creada con IA)

“La Cueva del Lobo”

Michael Beckley sostiene en Foreign Affairs que la era de los países en ascenso ha terminado. No habrá nuevos gigantes globales, solo naciones tratando de mantener su posición.

Ignacio Vasallo | Viernes 14 de noviembre de 2025
14NOV25 – MADRID.- La revista Foreign Affairs publica un ensayo del profesor de ciencia política Michael Beckley titulado The Stagnant Order and the End of Rising Powers-Un orden estático y el fin de los poderes ascendentes, en el que mantiene que el mundo ha dejado de producir grandes potencias. Ya no hay nuevos actores capaces de desafiar el orden internacional, porque las condiciones que lo hicieron posible en el pasado han desaparecido.

Durante dos siglos, el ascenso de nuevas potencias —Estados Unidos, Alemania, Japón, China— impulsó los grandes cambios globales. Beckley afirma que esa dinámica ha llegado a su límite. Los factores que la alimentaban —crecimiento demográfico, industrialización acelerada y expansión territorial— se han agotado. El resultado es un sistema internacional que se mueve poco, envejecido y sin nuevos protagonistas

Beckley describe este panorama como un “orden estancado”: un mundo en el que las grandes potencias ya no suben ,solo intentan no bajar. Estados Unidos mantiene su liderazgo, pero más por comparación que por mérito. Es la economía más sólida entre países que avanzan poco o nada.

El autor identifica tres razones principales:

La demografía. El envejecimiento de las sociedades limita la innovación y la productividad. En la mayoría de las grandes economías la población activa disminuye, mientras aumenta el número de jubilados.

La saturación tecnológica. Las grandes revoluciones productivas ya no ofrecen saltos espectaculares. La inteligencia artificial transforma industrias, pero no cambia el sistema económico de forma tan profunda como lo hicieron la electricidad o el motor de combustión.

La debilidad institucional. Muchos países carecen de estructuras capaces de sostener el desarrollo. La fuerza no depende solo de población o recursos, sino tambien de la educación y la cohesión social.

La competencia global está consolidada. Las redes comerciales y tecnológicas ya están dominadas por los mismos actores. Entrar en ese club exige más esfuerzo que nunca.

Estados Unidos no está en su mejor momento, pero sigue al frente porque el resto va peor. Esa es, según Beckley, la paradoja del siglo XXI: el liderazgo global no depende del crecimiento, sino de la resistencia. Las potencias del futuro serán las que logren sostenerse, no las que más crezcan.

En este contexto, la política internacional se vuelve menos dinámica, pero no más estable. Los conflictos ya no surgirán por el ascenso de nuevas potencias, sino por el malestar de las que se sienten atrapadas. Rusia y China serían los ejemplos más visibles: países que no pueden avanzar, pero tampoco aceptan su parálisis, y que por eso adoptan posturas más agresivas

El análisis de Beckley tiene una lectura directa para Europa. El continente envejece, su productividad es baja y la integración política avanza con lentitud. En un mundo que ya no genera nuevos gigantes, Europa corre el riesgo de convertirse en una potencia administrativa, más pendiente de gestionar que de liderar.

Para el autor, la supervivencia de las potencias depende ahora de su capacidad de adaptación. No se trata de conquistar mercados, sino de mantener estabilidad interna, innovación tecnológica y cohesión social. En ese sentido, la Unión Europea debe mirar más hacia dentro: reforzar su autonomía energética, coordinar su defensa, cuidar su industria y preservar su democracia.

El ensayo de Beckley desmonta la idea de que la historia avanza siempre por sustitución de potencias. En su opinión, el siglo XXI podría ser el primero sin grandes relevos. No habrá un nuevo Estados Unidos ni una nueva China. Solo naciones que gestionan su madurez, algunas con prudencia, otras con desesperación.

Esa visión rompe con la narrativa de “China sustituirá a Occidente”. Beckley no ve un cambio de mando, sino un mundo atrapado en la misma jerarquía, donde el poder se redistribuye lentamente, sin revoluciones ni nuevos imperios

Para España, el diagnóstico ofrece una lección útil. En un mundo sin ascensos espectaculares, la fuerza no vendrá del tamaño ni del crecimiento, sino de la capacidad de resistir crisis y adaptarse a los cambios. El futuro dependerá más de la gestión que de la ambición.

Nuestro margen de influencia estará en Europa, en el Mediterráneo y en América Latina, donde aún podemos compartir intereses. Pero hacerlo exigirá políticas claramente definidas.

Michael Beckley no anuncia el fin del mundo, sino el fin del movimiento. El planeta sigue girando, pero más despacio. Las potencias no suben ni bajan: se estancan. En ese contexto, la política internacional deja de ser una carrera y se convierte en una prueba de resistencia.

El reto no es conquistar, sino sostener. Y esa, según Beckley, será la nueva medida del poder en el siglo XXI.