Madrid

La Quinta Sinfonía, obra cumbre de Beethoven (con permiso de la Novena), con la Filarmónica de Madrid

Orquesta Mozarteum de Salzburgo

Y, además, la obertura de La flauta mágica de Mozart y el Concierto para violonchelo de Dvo?ák, el 18 de noviembre en el Auditorio

Domingo 09 de noviembre de 2025

09NOV25 – MADRID.- Bajo la dirección del maestro Trevor Pinnock, la Orquesta Mozarteum de Salzburgo ofrece un programa el 18 de noviembre en el Auditorio Nacional de Música, que une tres obras maestras de la historia de la música: la Obertura de La flauta mágica de Wolfgang Amadeus Mozart, el Concierto para violonchelo y orquesta en si menor de Antonín Dvorák, con la destacada participación de la violonchelista Julia Hagen, y la Sinfonía núm. 5 en do menor de Ludwig van Beethoven. Tres compositores, tres lenguajes y una misma esencia: la búsqueda de la emoción, la verdad y la trascendencia a través del sonido, tres visiones del alma a través de la música



La velada se abre con la obertura de La flauta mágica, compuesta en 1791, en el último año de vida de Mozart. Esta página musical condensa el espíritu luminoso y simbólico de la ópera que introduce un canto a la sabiduría, la fraternidad y la razón frente a la oscuridad. Las oberturas de Mozart se encuentran entre las más bellas jamás escritas, y esta no es la excepción. Los tres acordes del inicio de la obertura imitan la ceremonia de iniciación masónica, que suele comenzar con una persona llamando tres veces para que la dejen entrar. La historia está repleta de simbolismo masónico. Mozart era masón, al igual que el libretista. Sus solemnes acordes iniciales evocan el mundo de la masonería —tan presente en la obra del compositor—, mientras que los pasajes fugados y las secciones más vivaces revelan el ingenio y la teatralidad que hacen de Mozart un creador inigualable. Es una música que respira optimismo, claridad y humanidad.

Amadeus Mozart despliega su característico equilibrio entre solemnidad y ligereza. Las notas iniciales, majestuosas y precisas, abren paso a pasajes llenos de vitalidad y humor, reflejando el espíritu luminoso del genio de Salzburgo. La flauta mágica se estrenó tan solo tres meses antes del fallecimiento de Mozart, fue rápidamente aclamada por el público de la época y, desde entonces, se ha mantenido como una obra fundamental del repertorio operístico y orquestal en todo el mundo.

Romanticismo tardío

En el centro del programa, el Concierto para violonchelo y orquesta en si menor, op. 104, de Antonín Dvorák, nos sumerge en el mundo apasionado y nostálgico del romanticismo tardío. Escrita casi al final de su estancia en Nueva York, entre 1894 y 1895, esta obra maestra conjuga la melancolía del recuerdo con la energía vital del folclore bohemio. Al final de su estancia en Estados Unidos, Dvo?ák compuso su Concierto para violonchelo. A pesar de que Dvo?ák no consideraba el violonchelo un instrumento solista, su Concierto se ha convertido en una obra esencial del repertorio. El violonchelo, con su voz cálida y profunda, asume el papel de narrador: un instrumento que canta, suspira y se eleva con un lirismo inconfundible, que sin duda interpretará con maestría la joven violonchelista Julia Hagen que pertenece a una de las grandes dinastías musicales de Salzburgo y debuta en La Filarmónica acompañada con sensibilidad y equilibrio por la Orquesta Mozarteum. El resultado es un diálogo poético y emotivo que conmueve por su sinceridad.

El Concierto para violonchelo de Antonín Dvorák es una obra muy apreciada por muchos melómanos. Está repleto de bellas melodías que apelan tanto a la mente como al corazón, convirtiéndolo en una de esas piezas que pueden servir como una maravillosa introducción a la fascinante música clásica para quienes no están familiarizados con ella.

Obra cumbre de Beethoven

El concierto culmina con la monumental Sinfonía núm. 5 en do menor, op. 67, de Ludwig van Beethoven, una de las obras más emblemáticas de la música universal. Desde su célebre motivo inicial con cuatro notas casi iguales —“el destino llamando a la puerta”—, la Quinta Sinfonía despliega una arquitectura sonora que simboliza la lucha y la victoria del espíritu. Tras su estreno en Viena en 1808, no tardó en convertirse en un referente con el que se comparaban las sinfonías de otros grandes compositores. Esta obra marca un punto de inflexión en la historia de la música, no solo por su fuerza dramática, sino por su mensaje de superación. A través de sus cuatro movimientos, Beethoven conduce al oyente desde la tensión y la oscuridad iniciales hasta un final triunfal en do mayor, que irradia una energía de esperanza y redención.

Esa melodía clásica es tan conocida que resulta familiar para mucha gente, tanto para los expertos en música clásica como para quienes la conocen de oídas. Esos acordes sincopados iniciales son icónicos. La Quinta Sinfonía de Beethoven estaba destinada a la grandeza. No solo fue una de las primeras sinfonías en incluir trombones en la sección de metales, y la primera en reintroducir un tema de un movimiento en uno posterior, sino que también marcó el comienzo de una nueva profundidad emocional y evocadora, un viaje impresionante en la escritura sinfónica moderna.

La obra se estrenó en Viena el 22 de diciembre de 1808 y no tardó en convertirse en un referente con el que se comparaban las sinfonías de otros grandes compositores. La Quinta Sinfonía de Beethoven es más que una pieza musical: es un fenómeno cultural. Y si bien su dramático inicio es el rasgo más reconocible de toda la música orquestal, la sinfonía tiene mucho más que ofrecer que sus primeras cuatro notas. Escrita en do menor, la obra salta espontáneamente de momentos de oscuridad a momentos de luz, desde su mismo comienzo, impactándonos y maravillándonos a todos con su belleza y su enorme magnitud.

Símbolo de victoria

La influencia de la sinfonía se extendería mucho más allá de la sala de conciertos y tendría una vida útil mucho más larga que los últimos años del siglo XIX. Durante la Segunda Guerra Mundial, las potencias aliadas de Gran Bretaña, Estados Unidos y Rusia utilizaban el comienzo de la sinfonía para señalar una victoria de su bando en la guerra; el ritmo "corto, corto, corto, largo" de las primeras cuatro notas hacía eco de la letra "V" en código Morse.

Reunir en un mismo concierto a Mozart, Dvorák y Beethoven es ofrecer un panorama excepcional del genio humano: la claridad clásica, la emoción romántica y la fuerza moral del espíritu. En manos de Trevor Pinnock, reconocido por su interpretación rigurosa y vital del repertorio clásico, y de la Orquesta Mozarteum de Salzburgo, heredera viva de la tradición mozartiana, este programa promete una experiencia musical de profunda belleza y significado. Un viaje sonoro por la grandeza del clasicismo y el romanticismo

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