Madrid

La Sociedad Del Cansancio Y El Premio Princesa De Asturias De Comunicaciòn Y Humanidades

La pintura es de Oleg Leonoy - "El armonista" 1998 - Colección Dolores Tomás Fundación Surikov
Concha Pelayo (*) | Martes 28 de octubre de 2025
27OCT25 – MADRID.- Con frecuencia suelo decir que me gustaría tener más tiempo para perderlo; (tener tiempo para perder el tiempo) porque la experiencia me ha demostrado que cuando “pierdo” ese tiempo, no lo estoy perdiendo, sino, muy al contrario, lo estoy ganando, porque ello me permite el encuentro conmigo misma, reflexionar, observar en silencio y escuchar el ritmo de la vida, esa vida que nos rodea y apenas le presamos atención.

Pues bien, es en ese estado de “pérdida de tiempo”, cuando recupero fuerzas, tanto física como mental; me sereno y me enfrento a lo cotidiano con vitalidad y alegría tras un paseo junto al Duero, por el parque de Olivares o por el bosque de Valorio, lugares muy próximos al lugar donde resido. Me resulta maravilloso recorrer estos lugares en soledad, conmigo misma, sólo escuchando el rumor del agua o la brisa de las hojas de los árboles. Sólo eso.

Por casualidad, el último libro que hemos leído en el club de lectura ha sido “La sociedad del cansancio”, del coreano Biung-Chul Han y, precisamente, el día en que debatíamos su lectura los miembros del club, ese mismo día, daban la noticia de que le acababan de dar el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. Gracias a nuestra coordinadora Rosa que tuvo la intuición de seleccionar el libro, pudimos conocer, con antelación, esa obra del premio Princesa de Asturias.

El autor propone en su obra, tal y como lo interpreto yo, que nos debemos dedicar a ser menos productivos para ser más contemplativos.

Comienza diciéndonos que conseguimos salir de la era bacteriológica gracias a los antibióticos, lo que supuso una lucha tremenda; y ahora que lo habíamos conseguido hemos entrado en una lucha mucho más sibilina y cruel, que es la Neuronal. El siglo XXI nos ha traído la era Neuronal y con ella la depresión y los trastornos psicológicos, que se extienden a toda la población mundial desarrollada debido, precisamente, a la hiperactividad y a la falta de atención.

Pasamos de una sociedad de la disciplina, en la que todo nos lo ordenaban, decidían por nosotros, no podíamos tener ningún tipo de iniciativas; a una sociedad del rendimiento, en la que nos autoexigimos más y más para conseguir el éxito, incluso la fama. Se lucha por ser y tener más, por triunfar, en definitiva y eso tiene grandes costos para el hombre. Hemos pasado de ser explotados por los otros, a ser nosotros mismos quienes nos explotamos, autoexigiéndonos más y más. Y ello nos genera autoagresión y sentimiento de culpabilidad. Ejemplos los tenemos a cientos: no tenemos más que reparar en esas multinacionales, o grandes empresas, cazadoras de talentos, a los que esclavizan hasta la neurosis. Son ellos los que se marcan las pautas, nadie les dirige ni les ordena nada, son ellos mismos los que luchan por rendir más y más hasta la extenuación. La mayoría de estos talentosos hombres y mujeres deben recurrir a un terapeuta con frecuencia.

Nuestro autor pone como ejemplo al hámster que corre sin parar, cada vez más y más rápido, en su propia rueda. El talentoso se afana en superar su propio rol. Añade Bung Chul Han, que nos hemos convertido en trabajadores descontrolados y hemos perdido la capacidad de disfrutar de la vida contemplativa.

Me viene a la cabeza la imagen de las monjitas que pasan su vida en conventos de clausura dedicadas a la contemplación. Y me vienen a la cabeza unas caras sonrientes, felices y satisfechas con su vida. Este ejemplo sirve perfectamente para demostrar que estar con uno mismo y poder reflexionar es lo que nos serena el alma.

Concluye que el exceso de actividad fragmenta la atención y atrofia nuestra capacidad de concentración para prestar atención a cualquier tarea pues sufrimos un exceso de sobreinformación que nos limita nuestro pensamiento crítico y nos dispersa.

Nos propone el autor recuperar la vida contemplativa para contrarrestar el exceso de rendimiento constante, a lo que él llama positividad.

Por fortuna, tenemos la mirada, esa maravillosa herramienta, que nos facilita la observancia con calma, fundamental para el pensamiento y la creatividad.

Damos la enhorabuena a este filósofo que nos invita a cambiara el mundo.