Opinión

Filosofía Televisiva

Opinión: “Desde Mi Despacho...”

José Manuel López García (*) | Domingo 15 de junio de 2025
14JUN25 – MADRID.- La televisión en el siglo XXI ha cambiado de forma sustancial. Cada vez está siendo más influida por las plataformas digitales y las redes sociales. De hecho, ya es evidente que muchos espectadores en todo el mundo consumen contenidos a través de Youtube, que funciona como una televisión, ya que ofrece infinidad de canales, videos y documentales para todos los gustos e intereses. En Estados Unidos hay Youtube TV.

El medio televisivo se ha fragmentado en un considerable número de cadenas que dispersan la audiencia. Hace 50 o 60 años en España algún programa de la televisión pública llegó a ser visto por unos 22 o 23 millones de televidentes. Actualmente, esto ya no es posible. Los programas televisivos influyeron en el imaginario colectivo y han moldeado generaciones, aunque en la actualidad ese influjo creo que es menor, por el auge de Internet y las redes sociales. De todas formas, es indudable que las grandes cadenas generalistas españolas nutren la experiencia emocional de millones de personas, y reflejan también la evolución social y las costumbres de la sociedad española.

Hace falta una televisión de calidad que entretenga, sin caer en la banalidad y superficialidad y tampoco en la telebasura. Lo que sucede es que, ante la fragmentación de la audiencia, en la que los programas con dos o tres millones de telespectadores ya son un éxito, la lucha por ser líder de audiencia es implacable, de forma general. Esto mismo va en contra de las líneas rojas, que permiten mantener un cierto nivel de profundidad y rigor en los contenidos. Las cadenas televisivas poseen un cierto poder, por su capacidad de penetración continua y masiva, aunque menos que hace unas décadas. Postman sostenía que la televisión ha instaurado una lógica del espectáculo, que sustituye el discurso racional por la imagen emocional, el argumento por el efecto y la verdad por la apariencia. Actualmente, esto se nota cada vez con más fuerza, ya que está sumergida en una competencia atroz, por la atención de los espectadores y se ha radicalizado la tendencia generalizada, a hacer de todo un espectáculo para atraer al público. En la era del clic y la viralidad, muchos programas operan como una especie de cebos emocionales, organizados para impactar, escandalizar, seducir o indignar rápidamente, sin exigir ni reflexión ni tiempo. Una televisión mejor debe desarrollar la curiosidad intelectual de los espectadores. Hacen falta más documentales sociales, debates rigurosos, series históricas con fundamento, programas de divulgación científica y cultural, series sobre animales y naturaleza, etc. La televisión de la presente conserva un enorme potencial humanizador. Algo que debe ser aprovechado y debe ser convertido en realidad.

No es una utopía la puesta en acción de unas formas de crear contenidos televisivos, que sean entretenidos y de calidad. Desde la reflexión filosófica es preciso poner de manifiesto, que la televisión no solo muestra el mundo, también lo crea. Además, toda imagen forma parte de un régimen de verdad, que todo espectáculo educa, para bien o para mal y que no hay entretenimiento inocente. Se debe ir hacia una televisión éticamente responsable. De todos modos, estoy convencido de que la tendencia es que la mayor parte de los televidentes, prefieren más los contenidos superficiales. Es una expresión de los gustos de la mayoría de las personas. Lo que está directamente relacionado, con la caída de la lectura de libros. La cultura ya es, lamentablemente, algo minoritario. Hablo de la alta cultura: filosofía, ciencia, arte, humanidades, etc. Estamos viviendo en la sociedad de la diversión y todo lo que exija atención sostenida, diálogos y capacidad argumentativa, crítica y reflexiva, no es del gusto de la mayoría. Los directivos y programadores de las diversas cadenas lo saben y actúan en consecuencia ofreciendo programas, que estén en sintonía con el gusto mayoritario de la población.

En cualquier caso, existen canales temáticos de televisión, que son elegidos por cada vez mayor cantidad de personas, para ver programas o contenidos de calidad, en cualquier horario. Sin olvidar que los televisores inteligentes actuales sirven, para acceder a Youtube y a Netflix, HBO, y otras plataformas de contenidos audiovisuales.

El público puede ser muy selectivo a la hora de ver programas, al existir tanta variedad, aunque también es cierto que las grandes cadenas repiten películas y series, con lo que las opciones de ver contenidos nuevos se reducen en gran medida. Los directivos de las televisiones generalistas tendrían que esforzarse en proyectar películas nuevas, con más frecuencia y esto se aplica también a Netflix. Por ejemplo, para las personas que ven una película diaria, al cabo de unos meses, ya han visto la oferta de nuevos largometrajes, que se ofrecen en los medios y es lamentable. Se trata de que las películas no vayan siendo cambiadas de una cadena a otra, para que puedan ser vistas por los espectadores, porque eso reduce la calidad de la programación y es repetitivo. Es necesario que cambie la mentalidad de los que deciden sobre los programas y el cine que se ofrece.