02ENE23 – MADRID.- El Papa Benedicto XVI, gran teólogo y pastor ejemplar, nos hizo el obsequio de definir el tránsito de la muerte con la frase acertada, sencilla, clara y profunda de que “La muerte no es una despedida, es un encuentro”. Claro está que eso se refiere al que fallece pero no a sus allegados, familiares y amigos, para los que la muerte de un familiar muy querido, sí es una despedida.
Ratzinger se refiere por supuesto a la persona que va a fallecer, a cada uno de nosotros. De esta manera quizá lo más terrible de la muerte no sea para nosotros mismos que nos vamos, sino para los que se quedan.
No hay nada más triste que ver a un familiar muy querido como va envejeciendo, enfermando y muriendo, sería como decir, ¿qué es peor si la muerte en cruz de Cristo, o la espada que atravesó el corazón de la Santísima Virgen María viendo morir a su hijo tan querido en semejante suplicio; el dolor de la Virgen y de las santas mujeres al pie del Calvario y de la cruz. ¡Eh, ahí el dilema!.
Joseph Ratzinger, fallecido el día de nochevieja, con su mirada clara, penetrante y sabia, nos dejó no obstante esta idea tan precisa como consoladora.
Esperemos que desde el “mundo de lo invisible” nos siga custodiando y protegiendo de la misma manera.