29OCT22 – MADRID.- Hay un perro en mi calle que ladra con furia, quizá de alegría cuando llega su dueño. Pero por la noche queda en silencio porque duerme. Los perros se despiertan a las primeras luces del alba y ladran de alegría o de estupor, pero a ningún perro se le ocurre ladrar a las dos y media de la noche, en pleno sueño profundo, pero “mi perro”, - por llamarle de algún modo - da un ladrido solitario que suena como un gong en una vacía y triste catedral gótica.
Es un ladrido que me espeluzna y me da que pensar. Hasta mí llega a las dos y media de la noche un solo ladrido, después del cual vuelve el silencio. Esto me hace pensar que el can sueña, sueña sueños turbulentos como tenemos los humanos que se relacionan con su vida diurna, sus miedos, sus apetencias y sus ilusiones. Quizá una perra hermosa a la que amar y fornicar, quizá un suculento solomillo de vaca o un apetecible hueso mondo y lirondo como el de los dibujos de Walt Disney, del “Dumbo” de mi infancia.
Viene mi párroco grueso e irónico, con un sentido del humor entre británico y negro que me hace reír mucho, pues es muy ocurrente. Me da la eucaristía echando leches pues siempre tiene mucha prisa, y ni se sienta, pero suelta un par de butades que me hacen reír con ganas, ésta es su oración más personal, la ironía y un Padrenuestro.
Los perros sueñan y tienen pesadillas como las tenemos los humanos, la prueba es que ese perro suelta un solo ladrido lastimero a las dos y media de la madrugada, ¿qué otra cosa podría ser?, solo que los perros sueñan angustiosamente.