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Opinión: “MI Pequeño Manhattan...”

Germán Ubillos Orsolich | Domingo 15 de agosto de 2021

15AGO21 – MADRID.- Señor, Dios del cielo y de la tierra, tú que eres el creador del universo de lo visible y de lo invisible. Ten piedad de nosotros, ten piedad de mí, ten piedad de los niños que están naciendo en este momento, a las cuatro de la madrugada de mi ciudad, con una temperatura cercana a los treinta grados centígrados.



Sé que somos unos locos insensatos, que hemos estando machacando y destruyendo el medio ambiente, sé que Gaia, la tierra, está harta de nosotros y se está tomando su revancha; quiere eliminarnos como bichos molestos, como bacterias y virus que estamos deforestando sus bosques, llenando de desperdicios y gases pestilentes sus campos, destruyendo su preciosa atmósfera azul, sé que hay hombres y mujeres buenos, pero sé que también los hay perversos.

Te ruego, te pido, te suplico que por esos niños que están naciendo ahora, por esos jóvenes que sueñan con ser mayores, y que siempre han valorado los paisajes y las cosas hermosas de tu creación visible. Te ruego, yo pobre hombre indigno de todo, indigno de ti, pero en función de la sangre derramada en la cruz, por tu Hijo Jesús, que salves a este maravilloso y maltratado planeta, la tierra, “mi casa”, como decía E.T.

Tú puedes hacerlo porque tú lo has creado, solo es preciso un acto de tu voluntad libre, omnipotente e inefable.

Sálvanos de la lluvia de fuego que se avecina y que ya San Juan anunció en su libro “El Apocalipsis”, sálvanos de morir achicharrados y asfixiados, puEs sé que la tierra que soportó las más terribles glaciaciones, los meteoros y las subidas térmicas más impresionantes, ahora, es ahora cuando ya no nos aguanta más.

Solo tu mano poderosa puede liberarnos de este final tan irremisible pero tan justo y tan absurdo.

Libéranos del mal, del enemigo, del diablo y de la muerte, te lo pido por la liberación de tu Hijo en la Cruz y su sangre derramada.

En tu nombre, en el de tu Hijo y en el del Espíritu Santo, el amor eterno e inefable que os tenéis en esa trinidad santísima, por los siglos de los siglos. Amén.