Opinión

Entre el Eufrates y el Tigris

Opinión: “Mi Pequeño Manhattan...”

Para Aurora, con gratitud.

Germán Ubillos Orsolich | Miércoles 09 de diciembre de 2020

09DIC20 – MADRID.- Entre esos dos ríos milenarios sitúa la tradición y la arqueología el origen de las más antiguas civilizaciones, entre ellas Egipto, Mesopotamia, Asiria, Caldea, y por qué no, “El jardín del Edén”.



El Creador y artífice del mundo de lo visible tuvo a bien situar a nuestros primeros padres -según Darwin a los primeros homínidos, a Adán y a Eva -, junto al Éufrates y al Tigris, en un ámbito relativamente templado y regado de huertas y viñedos, al amor del cercano Mediterráneo y a la luz del Oriente Medio.

Entre viñedos, cabras, ovejas, camellos, pinos, sauces y cipreses, el Nehardentalis y el Homo Sapiens comenzaron a labrar la tierra, a tallar los utensilios, a articular las palabras y a imaginar que más allá de las estrellas habría otros mundos posibles, pero lo que más les alegraba y consolaba era aquel anciano de mirada cálida y blancos cabellos que todas las tardes, hacia el crepúsculo, se acercaba un poco tímidamente, les echaba la mamo sobre el hombro mientras les peguntaba qué tal habían dormido, como se encontraban y qué se sentían.

Ese hombre viejo, ese anciano bondadoso que a la caída de la tarde pregunta desde su corazón al tuyo, -y cada uno de nosotros esas cosas - es Dios. Y ese jardín en el que moramos llenos de paz, más allá de esta vida, es el Jardín del Edén, el mismo decorado que el “Creador de los Universos” -que decía Stephen Hawking antes de marchar -, lo ha utilizado el Señor, al principio y al final, pues es el mismo.

Al principio, antes de los errores y de la serpiente, cuando habíamos de morir, y después, al llamado final que es el principio, porque la vida es eterna y así y la quiso el anciano de blancos cabellos perseverante en su bondad; que a la caída de la tarde, en el crepúsculo de los Universos, de nuestro universo, de nuestro amado planeta azul, se toma la amorosa molestia de preguntar e interesarse por cada uno de nosotros… Aunque da cierto trabajo, aunque Él no lo sienta, porque somos muchos.