Opinión

La Musa-La fuente de energía

Opinión: Mi Pequeño Manhattan...”

Germán Ubillos Orsolich | Sábado 05 de septiembre de 2020

04SEP20 – MADRID.- ¿Qué es la musa?, ¿quién es la musa?, la musa o fuente de energía suele ser la otra, la no canónica ni legal, vamos, la confidente, la que sin atreverse a acosarse o acostándose ha tenido el talento o la audacia de llegar en el alma del autor mucho más lejos que nadie. Del autor, esto es del genio, del creador, porque el artista, el genio necesita a la mujer legal, a todas las demás amigas, y finalmente a la musa.



La musa suele ser una superdotada y aquí las situaciones suelen ser tan insólitas que todas las amistades y demás ganaderías no entienden ni palote de que se trata, e intentan envenenar lo envenenable, porque lo más curioso es que la musa suele ser una de las metas más difíciles de alcanzar, lo Everets más inefables e inmaculados que puede alcanzar cualquier ser humano.

Los hijos musa-artista no son mortales como los de la chusma que les rodea, son inmortales y eternos, pues son los argumentos, las ideas, los personajes, no babean ni tienen mocos de pequeños, ni llora ni hay que darles el biberón, pero tampoco terminan e esos estuches llamados ataúdes de tan mal gusto macabro como ahora se ven a miles por estas latitudes.

La musa acompaña al artista, al creador, en esa soledad cósmica y terrible que suele acompañarle y que no conocen los que no lo son.

Entre “la fuente de energía” y el artista se crea un universo mundi difícil de explicar, pueden reírse, emborracharse o pasarlo pipa, pero jamás aproximarse ni alejarse demasiado, en eso reside el secreto, un secreto difícil de guardar y más aún de cumplir.

Pero la fortuna de haber accedido a tener una “fuente de energía” o musa o como quieran llamarla tiene más valor que todos los aplausos en los escenarios de la Red Nacional.

Y cuando una musa deja de serlo por cualquier circunstancia sabrá en lo más profundo de su mente embrutecida la luz solar que ha dejado paso a la sombra de este planeta donde la muerte ya se enseñorea dueña de todos, sonriendo desdentada con su brillante y afilada guadaña.