Opinión

Sonrisas y Lágrimas

Opinión: “Mi Pequeño Manhattan...”

Germán Ubillos Orsolich | Jueves 09 de abril de 2020

08ABR20 - MADRID.- Ayer noche por el Canal 13 de Televisión tuve la dicha de volver a ver, acompañado de mujer e hija, recién llegada ésta del extranjero, o sea en familia, el filme “SONRISAS Y LÁGRIMAS” que Robert Wise rodó y dirigió en 1965 y estrenó en USA en abril de aquel mismo año.



Hoy quiero recalcar esa fecha porque cada vez que la veo - la he visto muchas veces - según van pasando las décadas, en lugar de envejecer, como sería natural, la encuentro más fresca, más viva, más luminosa, más fascinante, y esto es lo impresionante de ella; es el mundo que me rodea a nivel mundial y nacional el que me va pareciendo más vetusto, oscuro, mediocre y despreciable.

Este efecto de distorsión produce en mi alma – no puedo negarlo – al principio nostalgia, pasado los años sorpresa, y ahora me estremece.

Ahora que todos o la gran mayoría de los habitantes del planeta estamos encarcelados en nuestras casas de donde no debemos salir bajo pena de muerte o de ser detenidos, y se cumplen así las profecías de ciencia ficción y de terror de autores como Aldous Huxley o Ray Bradbury que leí en mi juventud, donde hasta los gobiernos dicen o hacen cosas absurdas o contra natura y los pueblos perdidos, arrasados sin pastor, comienzan a sentir sobre sus lomos el flagelo de los cuatro jinetes del Apocalipsis.

Ahora, como pueden comprender, “Sonrisas y Lágrimas” me parece un mundo perdido y sin embargo conocido, lo que constituye una de las experiencias más dolorosas y penosas a la que puede ser sometido un ser humano.

Por supuesto que no puedo decir nada más porque la censura me aplastaría; pero tú querido lector que encerrado en tu casa experimentas en tu alma el sinestro chasquido del flagelo que se aproxima como en ese filme - película de oro -, testigo de una época desvanecida donde el bien y el mal estaban tan claramente separados como la belleza de la fealdad.

Y es eso y no otra cosa lo que hacen de Julia Andrews, Christopher Plummer o Richard Hayden y Eleonor Parker, seres venidos de otro mundo dorado que se nos antoja cada vez más lejano e inasequible, por hermoso e inefable; y el nuestro cada vez más siniestro e inhumano.

Y si a esto añadimos la canciones y la música de Richard Rogger y Oscar Hammerstein con el guión de Ernest Lehman, ya tenemos el paraíso, el paraíso perdido porque lo hemos tenido en la mano hasta hace poco, muy poco tiempo; la época en que los seres humanos eran eso, seres humanos; cuando los murciélagos no habían vertido aún el veneno putrefacto de esos virus asesinos que hacen de aquella maravilla que era la tierra, este infierno y amenazan con acabar con la humanidad.

¿La moraleja?. No me gustan las moralejas, la moraleja os la dejo a vosotros lectores/ lectoras, y a mi propia conciencia. Tenemos mucho por hacer.