Nada cuesta,
sólo disponer el alma
y sacarse las vestiduras
de la autocompasión.
Servir es humedecer las manos
para lavar una carita entierrada
y descubrir la sonrisa cautiva,
llenando la mañana de calor.
Servir es beber de la fuente de la sabiduría,
volar sobre una ciudad opacada,
en un carro de golondrinas azules.
Servir
es encender un cirio
en el gran espacio de sombra,
dando sentido
al momento grandioso
que vivimos.
(20SEP19)